0. Introducción
1. Versiones y autores. Fernando de Rojas
2. Título
3. Éxito y difusión
4. Fuentes y género
5. Argumento
6. Temas e intención de la obra
7. Personajes
8. Estilo
0. Introducción
El siglo XV supone la descomposición del mundo medieval, la sociedad estamental evoluciona gradualmente hacia nuevos modos y maneras de pensar. La sociedad deja de ser estática y empiezan a generarse los primeros indicios del espíritu renovador y burgués que derivara hacia el Renacimiento. Hay que destacar el profundo cambio que supuso la invención de la imprenta de Gutenberg hacia mediados de siglo, que despojo a los monasterios del poder que hasta entonces habían tenido como transmisores del saber y la cultura con los primeros incunables.
El siglo XV en España es especialmente convulso: a comienzos de siglo está dividido en dos grandes reinos: el reino de Castilla y el reino de Aragón, que terminaran uniéndose gracias al matrimonio de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. Es durante el siglo XV, cuando se da por finalizada la Reconquista y se expulsa de la península a musulmanes y judíos; se obliga a convertirse a la fe cristiana a los moriscos; y ya en 1492, Isabel La Católica patrocina el viaje de Cristóbal Colón, que llevara al descubrimiento de un nuevo continente, América.
El despertar del teatro español en el siglo XV se produce a través de dos líneas dramáticas bien definidas y en ocasiones cultivadas por el mismo autor:
· Teatro religioso, heredero de los primitivos dramas litúrgicos. Su principal representante en la segunda mitad del siglo fue Gómez Manrique (1412-1490), cuyas obras están formadas por sucesivos monólogos con escasa acción dramática en torno al nacimiento de Cristo o la celebración de la Semana Santa.
· Teatro profano, escenificado habitualmente en las cortes nobiliarias. Aquí se sitúa Juan de la Encina (1468-1529), considerado el padre del teatro español. Además de textos de carácter religioso, Encina escribió una serie de Églogas protagonizadas por pastores rústicos cuyas costumbres provocan la risa del público. En sus últimas obras aparece una valoración del amor humano que anuncia ya la mentalidad renacentista.
La Celestina de Fernando de Rojas (primera edición 1499), supone la culminación de la dramaturgia medieval y pone en evidencia la crisis de los valores tradicionales que se acentuará al pasar de la Edad Media al Renacimiento. Se trata de una obra que va a suscitar desde el primer momento y hasta nuestros días la atención de lectores y críticos hispanistas. Su autoría, el peculiar tratamiento de los temas, la realidad social que recoge, su intención o sus personajes son asuntos que siguen generando polémica. Además, no podemos olvidar que la obra se escribe y aparece en unos años de indiscutible transición para la historia de la lengua castellana: es una época de imprecisiones e inestabilidad léxica y gráfica, de manera que La Celestina es también un valioso testimonio del proceso lingüístico a las puertas de los siglos de oro.
De no existir el Quijote, ha dicho más de un crítico, La Celestina sería la primera obra de la literatura española.
1. Versiones y autores. Fernando de Rojas
La biografía de Fernando de Rojas es escasa en datos. Debió de nacer alrededor de 1476 en La Puebla de Montalbán (Toledo). Estudió leyes en Salamanca, se caso con Leonor Álvarez, y en 1507 se estableció en Talavera de la Reina donde ejerció su profesión de abogado, llegando a ser alcalde de la villa en 1538. En abril de 1541 otorgaba testamento, días después moría. Algunos de los datos de su vida podemos extraerlos del poema acróstico que acompaña la segunda edición de La Celestina: “el bachiller Fernando de Rojas acabó la comedia de Calisto y Melibea y fue nacido en la Puebla de Montalbán”.
La investigación, durante todo el siglo XX, se ha afanado por encontrar algunos documentos más sobre Fernando de Rojas. Se han hallado, por ejemplo, la documentación para la prueba de hidalguía de Rojas, y su testamento con la relación de sus bienes y, lo que es más apreciable, la relación de libros que formaron su biblioteca.
En 1902, el archivero Manuel Serrano y Sanz publicó unas actas inquisitoriales de gran valor para desentrañar la personalidad de Fernando de Rojas: en la causa seguida contra Álvaro de Montalbán, suegro de Rojas, a quien el fiscal acusaba de menospreciar la religión cristiana y de no creer en la vida eterna, afirmando que hay que disfrutar de esta vida porque no se sabe si habrá otra. Montalbán nombra como defensor a su yerno, Fernando de Rojas, y en su juramento lo presenta como bachiller y autor de Melibea. Rojas es rechazado por el tribunal, ya que está bajo sospecha por tratarse de un judío converso. La mención del suegro de Fernando de Rojas, nos ayuda a hacernos una idea de la difusión de la que gozaba en 1525 La Celestina.
Algunos estudiosos, como Américo Castro, afirman que de no haber sido un converso, Rojas no hubiera podido escribir La Celestina. La Celestina no es ni medieval ni renacentista, sino que corresponde al cataclismo de 1492, la expulsión de los judíos de España. Para otros críticos, José A. Maravall por ejemplo, Rojas se siente atraído por el problema social de su época, que a la vista del autor de La Celestina origina un mundo desordenado y contradictorio. La Celestina nos presenta el drama de la crisis y la trasmutación de valores sociales y morales que se desarrollan en la fase de crecimiento de la economía, la cultura y de la vida entera en la sociedad del siglo XV.
o El problema de la autoría
La Celestina es una obra en proceso de elaboración durante varios años. El conjunto de escritos que forman los preliminares del libro se fueron añadiendo en sucesivas interpolaciones y ediciones. Por esta razón, el problema de la autoría es más amplio, y no está resuelto en modo alguno. Las conjeturas arrancan del mismo siglo XVI.
La primera versión de la obra aparece en 1499, anónima, dividida en dieciséis actos y con el título de Comedia de Calisto y Melibea. En este primer texto burgalés no hay preliminares, sino que comienza directamente con el “Argumento del acto I” y termina con el final del acto XVI. Poco tiempo después, se vuelve a publicar con varios añadidos:
o Carta prólogo: en ella el autor se dirige “a un su amigo” y explica que encontró en Salamanca el primer acto de la comedia ya escrito y se decidió a continuar la obra. Además, sostiene que la intención del libro es advertir a los amantes sobre los peligros del amor, de los sirvientes y de las alcahuetas. En este prólogo Rojas menciona que el autor del acto I podría ser Juan de Mena o Rodrigo Cota.
o Poema acróstico: dividido en octavas, en el se revela el nombre del autor, Fernando de Rojas, y se insiste en el propósito de la obra. El nombre del autor no aparece en una firma sino leyendo la primera letra de cada verso.
o Argumento: el autor explica la trama general de la obra.
o Versos del corrector de la impresión: se trata de unas coplas escritas por el humanista Alonso de Proaza.
En 1502, la obra se edita con cinco actos más, un prólogo y el nuevo título de Tragicomedia de Calisto y Melibea, además de otros cambios menores. Explica Rojas en este prólogo como el autor del primer acto dio título de comedia a la obra y como él, teniendo en cuenta su trágico final, se decidió por el de tragicomedia. Por otra parte, aclara que la insistencia de varios amigos para que alargase la historia de amor entre Calisto y Melibea le llevó a introducir los cinco actos nuevos. A esta parte de la obra se la conoce como Tractado de Centurio.
Los críticos de todos los tiempos han opinado de manera muy diversa sobre el problema de la autoría. Podemos decir, para simplificar la cuestión, que se ha conjeturado sobre tres autores:
o El autor del primer acto
o El autor de la Comedia (16 actos)
o El autor de la Tragicomedia (21 actos) (Tractado de Centurio)
Las teorías más conocidas acerca de la autoría de la obra son las siguientes:
o Dos autores distintos: La hipótesis de que fueron dos autores es la teoría que hoy día ha alcanzado mayor consenso. Para empezar, el propio Fernando de Rojas explica en la carta “a un su amigo”, que encontró el acto I de la obra en Salamanca y que se decidió a acabar la comedia. En este mismo texto, Rojas expone que Juan de Mena o Rodrigo Cota podrían haber sido el autor de este primer acto. También en el poema acróstico aparece esta hipótesis de nuevo. En cuanto al Tractado de Centurio, Rojas explica en el prólogo porqué cambió el nombre de Comedia a Tragicomedia y porqué añadió cinco nuevos actos.
Juan Valdés, casi contemporáneo de Fernando de Rojas, aceptó la existencia de dos autores distintos. El primero sería un antiguo autor, y habría escrito el acto I; el segundo, sería Fernando de Rojas, y habría escrito tanto la Comedia (16 actos) como los cinco actos posteriores. Estudios lingüísticos del texto y la identificación de diversas fuentes que laten en la obra vienen a confirmar la presencia de dos autores. En el primer campo, Menéndez Pidal y otros han descubierto características lingüísticas que, encontradas en el acto I, desaparecen después en los demás, escritos en una lengua más moderna.
En cuanto a la identificación de las fuentes de La Celestina, ha quedado resuelta gracias al descubrimiento de la biblioteca de Rojas. Según el hispanista Alan Deyermond las noticias petrarquistas de Rojas tienen como fuente principal un librito de resúmenes, el Índice de la Opera Omnia, cuya primera edición es de Basilea, 1496, donde se ordenan las sentencias de Petrarca más destacadas.
A principios del siglo XX surgió la hipótesis de que el autor del acto I y el de la Comedia era el mismo Fernando Rojas, y el autor de las interpolaciones y añadidos que forman la Tragicomedia era otro. Por lo tanto, las explicaciones de rojas acerca del acto I, de cómo lo encontró y que se decidió a cavarlo en unas vacaciones se tratarían de un recurso literarrio del escritor. Esta tesis fue compartida por Foulché-Delbosc, Julio Cejador, Azorín y James F. Horton. Cejador atribuía la autoría de la Tragicomedia al editor Alonso de Proaza. Hoy en día, esta teoría está prácticamente descartada.
o Autor único: en el siglo XIX Blanco White, que recogía en este sentido la opinión de la crítica neoclásica anterior, se proclamó partidario del autor único: Fernando de Rojas. Esta opinión se ha mantenido en un sector importante de la crítica: Leandro Fernández de Moratín, Menéndez Pelayo, Pedro Bohigas y James H. Herriott, entre otros.
Consideran estos críticos que La Celestina es una obra de arte, con una rigurosa unidad mantenida a lo largo de sus páginas, por lo que es difícil de admitir más de un autor, y éste claro es Fernando de Rojas. Algunos de estos estudiosos explican las diferencias idiomáticas de las distintas partes del texto, señalando las distintas etapas de redacción: según ellos el acto I es obra de juventud, mientras que el resto fue escrito en la madurez de Fernando de Rojas.
o Tres autores distintos: en la actualidad pocos son los críticos que mantienen la hipótesis de la triple autoría en La Celestina. María Rosa Lida por ejemplo atribuía el acto I a un antiguo autor, los actos II-XVI a Rojas, y los cinco últimos actos con las demás modificaciones a un interpolador. Lida admite que este interpolador podría tratarse del mismo Rojas en unión de colaboradores hoy desconocidos. Por lo que el autor de la última versión sería colectivo, o el propio Rojas muy influenciado por sus amigos. No olvidemos que Fernando de Rojas expone en el prólogo que añadió los cinco nuevos actos aconsejado por varios amigos.
2. Título
El título de la obra también sufrió una serie de cambio a lo largo de las distintas ediciones de la primera mitad del siglo XVI. Al principio se público con el nombre de Comedia de Calisto y Melibea, y más tarde, cuando se le añadió el Tractado de Centurio, se conoció con el nombre de Tragicomedia de Calisto y Melibea. Fernando de Rojas explicó en su prólogo que decidió cambiar el nombre ya que la obra tenía un final trágico.
La obra se difundió todavía con otro título antes de conocerse definitivamente con el de La Celestina. En una edición sevillana de 1502 aparece con el título de Libro de Calixto y Melibea y de la puta vieja Celestina. En este título queda patente el enfrentamiento del mundo cortés, representado por los dos amantes, y el bajo y plebeyo, personificado por la vieja.
En 1519 sale al mercado una traducción italiana de Hieronimo Claricio, que lleva por primera vez el título de Celestina. Cincuenta años más tarde aparece ese título en ediciones españolas, y a partir de ese momento, se conoce por ese nombre.
Los críticos han debatido también si debe titularse La Celestina o simplemente Celestina.
3. Éxito y difusión.
El éxito de la obra debió ser notorio casi desde el principio. En 1525, como he señalado antes, el suegro de Fernando de Rojas presenta a su yerno como autor de Melibea, lo que nos hace pensar que gozaba de relativa fama. Juan Valdés en 1533, en su Diálogo de la lengua, también expresó su opinión sobre La Celestina.
La Celestina alcanzó bastante fama durante los Siglos de Oro. La obra tuvo muchas ediciones y su lectura provocó disputas apasionadas y profundas reflexiones sobre su significado.
De todos los personajes, el público admiró el acierto en la creación de la alcahueta.
La Celestina es una obra ambigua: provoca diversas interpretaciones a distintos lectores. El mismo Rojas, en el prólogo que añade a la Tragicomedia, presume de la variedad de lectores de la obra y reconoce la ambigüedad de la misma.
Parece que durante los Siglos de Oro, se entendió la obra como si se tratara de un exemplo al estilo de los de la Edad Media, una obra moralizante que prevenía sobre el “loco amor”. Pero hubo otras interpretaciones que llegaron hasta el siglo XIX, que atacaban la obra por considerarla perniciosa e incitadora del pecado.
Ha siso tanta la influencia de esta obra que hasta el mismo nombre de Celestina, se ha asimilado en la lengua castellana como sinónimo de alcahueta.
Hoy en día los críticos siguen discutiendo acerca de la autoría, el género, la intención de la obra, y siguen publicándose páginas y páginas acerca de la obra de Rojas. En Google alcanza más de once millones y medio de entradas.
4. Fuentes y género
Sobre el género de La Celestina se han formulado diversas teorías encontradas. La Celestina no es propiamente una obra dramática, pues su longitud impidió la representación en su época. Sólo muy tardíamente, adaptada y recortada, ha sido vista en los escenarios.
Aunque en general los autores de los siglos XVI y XVII se inclinaron por aceptar la naturaleza dramática de la obra, que fue modelo formal de otras obras dramáticas, Juan Timoneda decía a mediados del siglo XVI que se trata de una comedia puesta en prosa para leerse en privado. El hecho de considerar La Celestina “teatro para la lectura” abría las puertas para encuadrarla en el género novelesco, genero más hibrido y flexible. En el siglo XVIII se imprimió con el subtitulo de Novela dialogada.
En 1830, Moratín en sus Orígenes del teatro, la denominó novela dramática, y esta teoría se ha mantenido hasta mucho después.
La Celestina tiene de obra dramática que está escrita en forma dialogada, que lleva el título de Tragicomedia, que tiene apartes y que no hay narrador. Pero, la extensión de la obra y su tratamiento del espacio y el tiempo la hacen irrepresentable. Tanto el propio Fernando Rojas en el Prólogo como Proaza, el corrector, en las coplas que cierran el libro, aluden a su lectura en voz alta.
La originalidad de La Celestina es otro punto interesante que ha generado polémica entre los críticos, algunos incluso, ante la imposibilidad de encasillarla, han llegado a decir que no tiene género (Gilman).
Para aproximarnos a la teoría mayoritariamente aceptada hoy en día, la de María Rosa Lida, es necesario conocer las fuentes de Rojas. La formación y las lecturas de Fernando de Rojas están en el origen de La Celestina, y explican muchas de sus características. Como he mencionado anteriormente, se ha encontrado un documento con la relación de libros que guardaba Rojas en su biblioteca.
Entre las fuentes literarias destacan las comedias romanas de Plauto y de Terencio y el Phamphilus de amore, una comedia latina del siglo XII. Su aportación principal a La Celestina es la aparición de la figura de la alcahueta, ya empleada por Juan Ruíz, el Arcipreste de Hita, en la figura de Trotaconventos en el Libro de Buen Amor, con el que la obra de Rojas comparte temática.
Pero la fuente principal era la comedia humanística, género dramático nacido en el siglo XIV en ambientes universitarios italianos, pensado para la lectura ante un reducido público erudito y no para la representación. La Celestina comparte con estas comedias las siguientes características:
o La acción se desarrolla en un gran número de escenarios, con gran movilidad, una concepción flexible del tiempo permite dar verosimilitud a la acción.
o Los asuntos son variados, aunque el argumento es siempre sencillo. El tema central es un amor ilícito.
o El ambiente es evocado con toda clase de pormenores, lo mismo que los personajes. La historia se sitúa dentro de una realidad presente, adaptándose a la vida coetánea.
o Los personajes se presentan en una mayor y más rica gama. Al enamorado como en el caso de la comedia romana se le deja en manos de criados, alcahuetas o amigos. Los personajes secundarios (criados) reciben atención del autor. En la creación de los personajes, el tratamiento de la heroína supone la mayor innovación: de damas que esperan pasivamente pasan a la búsqueda activa y la defensa del amor.
Por todos los argumentos dados, parece que La Celestina es una comedia humanística, una de las últimas producciones del género y la más importante.
5. Argumento
El argumento de la obra es muy breve y se desarrolla con una escasez relativa de personajes: dama+galán+Celestina+criados+muchachas.
Calisto un joven de elevada posición social declara su amor a Melibea, quien en un primer momento lo rechaza. Aconsejado por Sempronio, uno de sus criados, Calisto recurre a los servicios de una alcahueta llamada Celestina. Gracias a sus artes mágicas y a su labia, consigue hacerse con una “prenda” de Melibea para Calisto. La alcahueta ha embaucado también a Pármeno, criado leal de Calisto, para ganarse su apoyo. Poco después Celestina es llamada por Melibea, va a su casa y entre ambas acuerdan un encuentro entre los jóvenes. Estos se declaran su amor y se citan para la noche siguiente.
Pármeno y Sempronio matan a Celestina porque ésta se niega a compartir con ellos las remuneraciones que le ha entregado Calisto, y son ajusticiados. Calisto acude a la noche siguiente al huerto de Melibea, donde consuman su amor. Pero al tratar de ayudar a unos sirvientes en peligro, bajando el muro, cae y muere.
Deshecha por el dolor, Melibea confiesa a su padre Pleberio su amor por Calisto y se suicida arrojándose desde la azotea de su casa. Pleberio comunica a su esposa lo ocurrido y pronuncia un planto o lamento que da fin a la obra.
6. Temas e intención de la obra
Los temas de poesía lírica cortesana o culta se repiten también en La Celestina: el amor, la muerte y la Fortuna.
· El amor
Es el verdadero eje de la obra. El libro pretende prevenir a los jóvenes contra el desenfrenado y loco amor. La Celestina es una reprobatio amoris, reprobación del amor mundano y no una exaltación de la pasión amorosa incontrolada. Lo primero que destaca La Celestina es el poder del amor. La vieja alcahueta insiste en este poder sobre todosy sobre todas las cosas, nadie puede escapar a su imperio.
En la obra se suceden distintos amores: de la visión de Melibea nace el amor platónico o de contemplación en Calisto. La sola visión de la joven llena a Calisto de amor.
La confesión del amor de Calisto toma expresiones del amor cortés de la poesía y de la novela sentimental del siglo XV. A la pregunta de Sempronio “¿Tú eres Cristiano?”, Calisto exclama: “¿yo? Melibeo soy, y a Melibea adoro, y en Melibea creo, y a Melibea amo.”
Pero el amor de contemplación se convierte en pasional por las artes de Celestina y el descontrol de Calisto, cuyo objetivo principal es el deleite. Este amor se convierte en perentorio y carnal. De este tipo de amor participan también los personajes de clase baja: Calisto y Melibea, Sempronio y Elicia, y Pármeno y Areúsa. La alcahueta es la orquestadora de esta pasión irreprimible.
Sin embargo, Celestina, a lo largo de la obra tiene un concepto medieval de la mujer, según el cual la mujer estaba sometida de un modo determinista a las condiciones impuestas por su género: su naturaleza la entregaba fatalmente a la pasión. Sempronio es el portador de una tradición misoginista, por eso concibe el amor como una debilidad vergonzosa del género humano.
Calisto está entroncado, hasta que consigue la primera entrevista con Melibea, dentro de la tradición del amor cortés: solo le falta el ingrediente principal: el amor adulterino. Calisto toma desde el principio una actitud propia de poeta de cancioneros o personajes de novela sentimental, y lo hace a sabiendas de la cualidad libresca en que se manifiesta; su amor está expresado con mucha retórica, y con frecuencia se somete a autoanálisis, como en las novelas sentimentales. Además Calisto se hace trovador, y se entretiene componiendo canciones amorosas, complacido en sus penas, con el regusto masoquista del enamorado cortés. De esta actitud se burlaran sus criados Pármeno y Sempronio.
Distinta es la actitud de Melibea, que empezando también dentro del encuadre tradicional literario, rompe pronto las ataduras para afirmar su auténtica pasión amorosa. Melibea tiene muy claro que el amor una vez encontrado y aceptado, constituye un verdadero gozo y la única razón de su vida. Esto explica que una vez muerto Calisto, la joven decida morir.
La vieja alcahueta encarna la apología del amor y del placer como principio vital, y con sus enseñanzas y actitudes contagia a los que le rodean. Todos los personajes se entregan al hedonismo, saben que la muerte es inevitable y que deben aprovechar el tiempo.
· La muerte: Carpe diem
Todos los personajes de La Celestina saben que la muerte es inoportuna y se presenta a deshora. Ante lo inevitable los cuerdos ordenan su vivir. Pleberio ante la certidumbre de que la muerte se acerca alecciona a su esposa Alisa en este sentido.
También Elicia habla del carácter igualatorio de la muerte, tal y como se expresaban en las danzas de la muerte medievales.
Pero la muerte así sentida, como algo impredecible e inevitable, es un acicate para vivir de prisa. Celestina aconseja vivir de prisa e intensamente, porque ella más que nadie conoce las huellas del tiempo. A ella le obsesiona el tiempo de la vejez y lo compara con el mejor tiempo, el de su juventud.
Esta obsesión por la muerte desemboca en una gran impaciencia por vivir, vivir afirmando la voluntad individual contra las leyes de la sociedad, vivir tratando de cumplir los deseos personales frente a los deberes que impone la sociedad. Vivir huyendo de la muerte, aunque a casi todos los alcanza. Solo Melibea muere por propia voluntad.
· La Fortuna
Los personajes de La Celestina conocen el poder que la Fortuna ejerce sobre los humanos. Celestina cree que la Fortuna es aliada de los atrevidos, pero también conoce que la Fortuna es cambiante. Pleberio en el largo parlamento con el que acaba la obra acusa a la Fortuna de la tragedia que ha ocurrido.
Todo este fatalismo sustentado en la presencia continua del paso del tiempo, del acecho de la muerte y el poder cambiante de la Fortuna, consigue crear una atmosfera de pesimismo en La Celestina. Los personajes no pueden esquivar su destino trágico y fatal.
7. Personajes
La riqueza de los personajes de La Celestina es otro de sus logros literarios. Cabe destacar que los personajes aparecen en parejas de personajes diferentes y semejantes a la vez, y además están ordenados de tal modo, que entre ellos existen diversas tensiones:
o Tensión sexual: hombres frente a mujeres, o la creación de parejas complementarias: Calisto-Melibea, Pleberio-Alisa, Sempronio-Elicia, Pármeno-Areúsa, etc.
o Tensión temporal: jóvenes frente a viejos.
o Tensión social: ricos frente a pobres, nobles frente a plebeyos.
Todos los personajes de La Celestina tienen rasgos comunes: el individualismo; la obscenidad, independientemente de que aparezcan todo tipo de amores; la erudición, es peculiaridad de todos los personajes sea cual sea su condición social. Se trata de un convencionalismo al mismo tiempo que es un aspecto estilístico, y cada personaje, con acomodación dramática, se expresará a veces con un lenguaje cotidiano y, otras veces, en prosa cultamente ornamentada.
· Celestina
La vieja alcahueta sobresale entre todos los personajes, y llena ella sola numerosas escenas de la obra con una personalidad poderosísima. Rojas creo este personaje fundiendo los caracteres tradicionales de las viejas terceras de la literatura anterior y una serie de notas personales que la hacen destacar entre todas.
Celestina actúa por la ganancia, y como rasgo más destacado sobresale la codicia, de la que finalmente será víctima.
Toda la ciudad conoce a Celestina, nobles y plebeyos. Nadie discute la sabiduría de la vieja, que pone al servicio de su beneficio personal. Con su saber práctico y el conocimiento profundo del ser humano, de sus debilidades y vicios, consigue seducir a Melibea, Pármeno, Calisto, Sempronio. Todo ello en su provecho.
Todos reconocen en la obra la superioridad de Celestina, que se basa en su sabiduría, por eso con frecuencia es llamada maestra y escuchada como tal. Además esta sabiduría se expresa en monólogos y diálogos convincentes con los que persuade a sus oyentes.
Celestina es una gentil. Es hechicera, y su brujería se manifiesta en dos facetas: por un lado, utiliza magia natural, conoce las hierbas, los animales, las medicinas, etc. Y por el otro, Celestina utiliza la brujería para recabar la ayuda infernal para conseguir el amor de Melibea.
No por todo esto deja la vieja de ser religiosa a su manera. Es una religiosidad con fines utilitarios, con unas prácticas y devociones que reflejan la religiosidad más vulgar de su época. Sus ritos, rosarios, misas le sirven para visitar a sus clientes más frecuentes: abades, canónigos, frailes…
Sus rasgos son deudores del teatro latino, de la comedia elegiaca medieval y también de la realidad histórica de la época, donde eran frecuentes las terceras que, al final de su carrera de cortesanas, regentaban los prostíbulos de las ciudades.
· Calisto
Para la crítica romántica, Calisto era el héroe portador de la noble pasión de amor. La crítica moderna sin embargo, lo ha acercado más a la visión de Rojas que lo presentaba como el ejemplo del loco amador. La reprobatio amoris que encierra La Celestina se basa en el comportamiento y los excesos del joven. Calisto es un héroe egoísta o ensimismado. Está ausente de la realidad y obsesionado por la pasión amorosa de tal modo, que su única aspiración es satisfacerla. Su egoísmo lo sitúa fuera de la moral. Es un personaje incapaz para la acción y no puede tomar decisiones, por eso se entrega en manos de la alcahueta y los criados.
Calisto es una parodia del amante cortés de las novelas sentimentales, con una diferencia a Calisto no le importa el honor de Melibea.
Calisto practica la religión de una manera muy exterior, va a misa, reza, pide confesión; pero con frecuencia, blasfema con comentarios del tipo “Melibea es mi Dios”.
Solo al final de la obra demuestra algo de generosidad al acudir en auxilio de los criados, motivo que provoca su muerte.
· Melibea
El personaje de Melibea parte de un arquetipo que contiene las líneas fundamentales de la tradición literaria y moralista de finales de la Edad Media: como mujer, inferior al hombre, está sometida, de modo determinista, a una serie de condiciones impuestas por la propia naturaleza femenina. En primer lugar, es vergonzosa, por lo que rechaza con furia a Calisto. En segundo lugar, es piadosa, por lo que afloja en su actitud, en las primeras visitas de Celestina, sintiendo compasión por Calisto. Y en último lugar, es generosa. Una vez descubierto y aceptado su amor, se entrega a Calisto, a sabiendas de que perderá su honor y el de su familia.
A diferencia de Calisto, Melibea tiene una familia que la enraíza en la sociedad, y por eso Melibea lucha casi hasta el final por la defensa de su honra y de su familia. Incluso después de su entrega total a Calisto, Melibea se lamenta por la pérdida de su honra.
Melibea es un personaje activo que lucha por conseguir lo que quiere, es capaz además de suicidarse tras la muerte de Calisto. Melibea no puede sobrevivir a Calisto, porque sus almas estaban fusionadas, la tragedia era inevitable.
Melibea es descripta por Calisto respondiendo al ideal petrarquista y por Areúsa como “una belleza artificial”.
· Sempronio y Pármeno
Representan al principio el tradicional dúo del criado traidor y el criado fiel que ya aparece en la comedia romana. Una vez corrompido Pármeno por Celestina, el comportamiento de ambos se convierte en una muestra de los valores que mueven a la mayoría de los personajes: la ambición de riqueza, el engaño, el individualismo y la lujuria. No en vano, Rojas advertía de que su intención era advertir sobre las acciones de criados y alcahuetas.
Sempronio es quien muestra un carácter más rico: tiene actitud de misógino y de fino enamorado, la de asesino…Sempronio es el más viejo de los criados, y actúa siempre por su propio provecho.
Pármeno es más joven e inexperto, y de esto se aprovecha Celestina para embaucarle.
· Centurio
Es un bravucón, consciente de su propia cobardía; es un charlatán camorrista que presume ante las muchachas del valor y esfuerzo que necesitará para vengar a Celestina y a Sempronio y Pármeno. Este personaje entra en escena tras la muerte de Celestina.
Centurio está diseñado a la medida del Miles Gloriosus de Plauto.
· Elicia y Areúsa
Son las pupilas directas de Celestina, y representan el mundo del prostíbulo, de los bajos fondos. Cada una con sus problemas, se muestran unidas en la obra por el deseo de afirmarse. Areúsa prefiera vivir como prostituta a vivir como sierva.
Elicia es primero amante de Sempronio y luego de Sosia y Centurio. Convive con Celestina, de la que se ve en cierta forma liberada tras su asesinato. Tiene un fuerte resentimiento hacia los ricos, y sobre todo, hacia los enamorados.
· Pleberio y Alisa
Forman una pareja de padres poco común en la literatura española.Son los dos personajes que pertenecen a una clase social alta. Desconecen el verdadero carácter de su hija, a la que ven como una doncella dócil. Pleberio es un padre solícito, comprensivo y cariñoso con Melibea, y en su amargo llanto del final no echa en cara a su hija la deshonra de la familia.
Alisa se muestra más áspera y más descuidada también en su relación con Melibea. Pese a ser avisada por su criada, no impide la entrevista de Melibea con Celestina.
8. Estilo
Escrita La Celestina en los últimos años del siglo XV, se recoge en sus páginas la culminación de los esfuerzos lingüísticos y estilísticos de la prosa del final de la Edad Media. En esta época pugnan dos tendencias que Rojas aúna en su tragicomedia: por un lado, la manera del estilo elegante, y por otro, el uso del habla popular que, empleado en la obra escrita, adquiría dimensión artística.
Rojas en el estilo elegante consiguió una prosa de aspiraciones artísticas, donde lo fundamental era la imitación de un lenguaje influido por la prosa latina que leían los primeros humanistas. Así la lengua vulgar se enriquecía con latinismos, reiteraciones, construcciones sintácticas latinas…
Hay que destacar la ruptura en ocasiones del decoro poético, todos los personajes son capaces de hablar con un estilo elevado y altisonante, demostrando criados y señores la misma cultura, el mismo retoricismo y la misma pedantería. Se rompen, además, las formulas de cortesía entre criados y señores, tuteándose entre ellos. Esta familiaridad entre ellos no es realismo de la época, sino arbitrariedad artística.
La utilización literaria del habla coloquial se da con tanta frecuencia como el estilo elegante. La espontaneidad, la viveza y la rapidez del habla cotidiana, las expresiones callejeras, el humor, y, sobre todo, el uso abundante de refranes son los rasgos más característicos del habla popular en La Celestina.
El uso del refranero merece una mención especial. Los refranes, condensación de la sabiduría y la filosofía de un pueblo, fueron del gusto de los primeros humanistas y de los escritores posteriores de los Siglos de Oro. La Celestina contiene más de cuatrocientas frases proverbiales y refranes, solo le supera en número el Quijote. Su empleo supone una maestría del autor, que los toma del acervo tradicional, no solo al pie de la letra, sino que los recorta, amplía y, a veces, modifica.
Otro de los rasgos destacados de La Celestina es la variedad de su diálogo. Se pueden señalar al menos cuatro formas básicas de dialogo empleadas a lo largo de la obra:
o El dialogo oratorio: de largas réplicas discursivas, artificioso estilísticamente, y con abundantes recursos retóricos de la prosa elegante, anteriormente mencionada.
o Replicas breves, vivaces y sentenciosas: Son las que utilizan algunos personajes para responder a un largo parlamento de otros personajes.
o Dialogo de parlamentos: es el característico de la obra. Se trata de un dialogo en el que los interlocutores se comunican con parlamentos de unas pocas líneas. Es un dialogo en tono realista.
o Dialogo rápido: dialogo muy vivo y de brevísimas réplicas
A través del monólogo, presente también en la obra, los personajes dan cuenta de su estado anímico y sus inquietudes; por lo general, el monólogo está escrito en La Celestina con frases largas, adornadas de erudición y un estilo lento, cuajado de preguntas retóricas, exclamaciones, proverbios, frases antitéticas, etc.
Por último, debemos destacar el empleo del aparte, herencia del teatro latino. Con frecuencia el uso de estos apartes actúa como recurso humorístico , sobre todo cuando lo dice un personaje que es ligeramente escuchado por su interlocutor que demanda una aclaración de lo que ha oído.
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