0. El Renacimiento
Durante los siglos XVI y XVII, en España y en gran parte de Europa dominaron dos grandes movimientos artísticos y culturales: Renacimiento Y Barroco. En las letras castellanas reciben el nombre de Siglos de Oro, debido al gran esplendor que alcanzaron las artes y la literatura.
El Renacimiento es un movimiento ideológico, artístico y literario que surgió en Italia a mediados del S. XIV y supone un renacer de la cultura del mundo clásico: el conocimiento y la valoración de la antigüedad griega y latina.
Durante el Renacimiento tuvieron lugar en Europa una serie de transformaciones que modificaron las estructuras de la Edad Media, y dieron paso a una época, denominada Edad Moderna.
· La creación de un imperio: Los Reyes Católicos conquistaron Granada en 1492 y en 1512 consiguieron la unión de España con la anexión del Reino de Navarra. En el exterior, se llevó a cabo la conquista y colonización de América.
Con la subida al trono de Carlos I (1517-1556), nieto de los Reyes Católicos, se inauguró una nueva dinastía, los Austrias. De esta manera, se unieron a la corona española territorios de Austria, Francia, Países Bajos y el norte de Italia. El hijo de Carlos I, Felipe II (1556-1598) heredó la corona de Portugal y todos sus territorios.
· Los descubrimientos geográficos: principalmente llevados a cabo por españoles y portugueses. Descubrimiento de América, apertura de la ruta marítima hacia Asia…
· El auge de la burguesía: la estructura social de la Edad Media, nobleza, clero, pueblo llano, permaneció intacta; aunque se inició una profunda transformación de mano de la burguesía. El desarrollo de las ciudades y de las actividades del comercio, de la industria y de la banca, favorecido por el descubrimiento del Nuevo Mundo, afianzaría el poder de este grupo social. Al mismo tiempo se extendió el concepto de hidalguía que despreciaba el trabajo.
· La reforma protestante: en 1519 Martin Lutero propuso la reforma de la Iglesia católica, llamada Reforma protestante, y también el rey inglés Enrique VIII decidió separarse de la obediencia al Papa. Se produjo entonces una escisión de la iglesia católica y un gran conflicto religioso y político en toda Europa. La Iglesia en el Concilio de Trento inició la Contrarreforma y se estableció en varios estados europeos el Tribunal de la Inquisición.
Como consecuencia de esta situación, en toda Europa se ahogó el talante abierto que había caracterizado el despertar del Renacimiento. En España, la expulsión de los judíos y musulmanes provocaron una emigración masiva; los que se quedaron pasaron a integrar la clase de los conversos, que serían vistos durante mucho tiempo con recelo. Se afianzo, entonces, el concepto de cristiano viejo como depositario de los valores tradicionales hispánicos, dando lugar a una profunda preocupación por la limpieza de sangre, es decir, por no tener ascendentes moros o judíos.
· La superación de la Escolástica: el platonismo. En el siglo XV las grandes universidades medievales seguían ancladas en los pensamientos escolásticos, a partir de la adaptación que Santo Tomás de Aquino había realizado de las ideas de filósofo griego Aristóteles en el siglo XIII. En el Renacimiento se van a seguir las ideas de otro filósofo griego: Platón. De aquí surge el idealismo platónico, que dará lugar a una nueva fórmula seguida por la mayoría de los escritores y artistas: la belleza de los seres materiales es reflejo de la belleza divina, y el amor por éstos les lleva a Dios. El amor puro hacia la mujer, el arte o la naturaleza nos eleva hasta la divinidad; en consecuencia, se produce la idealización de la naturaleza y del sentimiento amoroso.
· El castellano y la fijación de la lengua literaria: el Renacimiento exaltó las lenguas vulgares como medio de expresión natural y espontáneo; el castellano se impuso como lengua internacional, no hay que olvidar que se trataba de la lengua del Imperio.
· La imprenta: su invención se le atribuye al alemán Gutenberg que en 1455 editó la Biblia. El nuevo invento se extendió con gran rapidez por toda Europa, abaratando el coste material del libro y favoreciendo la difusión de las nuevas ideas.
1. El Humanismo
El humanismo es un movimiento cultural que promueve el estudio de las lenguas clásicas griega y latina con el fin de conocer y difundir la obra de los filósofos y escritores del mundo grecolatino. La patria originaria del movimiento fue Italia, a través de la figura de Francesco Petrarca (1304-1374), poeta de enorme influencia en Europa y considerado como “el primer hombre moderno”. Se dedicó al estudio del latín clásico en busca de la pureza de estilo y con la intención de recuperar el legado de sabiduría moral y los conocimientos estéticos de escritores de la Antigüedad, como Cicerón u Horacio.
El humanismo es una actitud que coloca al hombre en el centro mismo de la reflexión intelectual: su origen, rasgos determinantes, evolución histórica, lugar dentro del universo y destino tras la muerte. De aquí deriva el concepto de antropocentrismo: el hombre sin perder de vista su destino hacia el Cielo, puede desarrollar sus cualidades humanas y gozar de los placeres terrenales.
Conviene resaltar dos aspectos del Humanismo: la influencia religiosa y cultural del erasmismo y la creación del modelo de hombre renacentista, el cortesano.
· El erasmismo: Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue un influyente humanista que propuso una religiosidad intimista y tolerante frente a las prácticas externas (ceremonias y supersticiones).
· El cortesano: Juan Boscán poeta catalán tradujo la obra El Cortesano del italiano Baltasar Castiglioni, donde se describe cómo debe ser un hombre moderno: debe conseguir un desarrollo armónico y equilibrado de las virtudes del alma y las facultades del cuerpo, el cultivo conjunto de las armas y las letras, y una manifestación de la elegancia basada en la naturalidad y la sencillez.
2. El Renacimiento frente a la Edad Media
La recuperación de la cultura griega y latina, olvidada durante buena parte de la Edad Media, provoca que se emprenda la imitación de la naturaleza, considerada como algo bello y bueno, así como la reconquista del cuerpo humano desnudo, considerado fruto del amor divino y no del pecado original.
El contraste ideológico que distingue la Edad Media y el Renacimiento es importante:
· Antropocentrismo frente al Teocentrismo de la Edad Media.
· El universo y la Naturaleza se convierten en el Renacimiento en objeto de observación y conocimiento, frente a la Teología medieval.
· La nueva literatura proviene de la tradición grecolatina, frente a la literatura religiosa de la Edad Media.
· En el Renacimiento se exalta la libertad y la responsabilidad personal del individuo, frente a la concepción medieval que sitúa al ser humano integrado en una comunidad religiosa y una sociedad.
· El artista o creador del Renacimiento reivindica la autoría de sus obras y las firma porque desea el reconocimiento de su labor. En la Edad Media, sin embargo, la creación literaria era anónima y la artística colectiva.
· En el Renacimiento el goce terrenal y los placeres materiales se entienden como algo permitido por Dios, frente a la concepción medieval que consideraba que la vida es un camino hacia el cielo, y la existencia humana debía ser pura.
3. La lírica en el primer Renacimiento: la renovación poética
La calidad de la creación literaria justifica el nombre de Siglo de Oro, tanto en lírica como en narrativa, y se sientan las bases de la comedia nacional del siglo XVII.
Además, en esta época se produce un gran desarrollo de la literatura didáctica, consecuencia del ideal renacentista de la búsqueda de la verdad, unido a la concepción antropocéntrica del mundo.
Es en el género poético donde más se aprecia la división que se ha establecido en el Renacimiento español:
· Primer Renacimiento
El predominio de la influencia italiana se corresponde con el reinado de Carlos I (1517-1556). Se caracteriza por la renovación de las formas poéticas y la recuperación de la herencia grecolatina. Durante estos años conviven varias tendencias:
o La poesía italianista: Es un tipo de poesía petrarquista, que aclimata la lengua castellana a los metros y estrofas italianos. Garcilaso de la Vega fue quien consiguió adaptar definitivamente al castellano las formas métricas italianas. Más tarde, la labor de Garcilaso fue continuada por un grupo de poetas de formación clásica, que conocían bien la lengua y la literatura italianas: Diego Hurtado de Mendoza, Gutierre de Cetina, Hernando de Acuña y Francisco de Aldana, entre otros.
o La poesía tradicional o castiza: representada por Cristóbal Castillejo. También conocida como lírica cortesana en verso castellano. Es un tipo de poesía heredera de los cancioneros medievales que proliferaron en las cortes del siglo XV, y que siguen recopilándose en el s. XVI.
o Romances: a lo largo del siglo XVI aumenta la afición por la lírica tradicional y los romances, que se difunden en recopilaciones en las que se recogen tanto romances viejos como romances nuevos ( Conjunto de romances escritos por autores cultos de los siglos XVI y XVII).
· Segundo Renacimiento
Se corresponde con el reinado de Felipe II (1555-1598). Durante este reinado se consolidó la hegemonía española en el mundo, aunque desde el punto de vista cultural se produjo un aislamiento de España con respecto de Europa para evitar la propagación del protestantismo. Con la Contrarreforma y el aislamiento, la lírica pierde los ideales de universalidad y el entusiasmo pagano anterior, y aunque las corrientes renacentistas no se pierden, quedan fundidas con el catolicismo y se asimilan a él. Es lo que se ha llamado Segundo Renacimiento o Renacimiento cristiano, en el que aparecen poetas moralistas y religiosos, como fray Luis de León, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. Paralelamente, Fernando de Herrera, continúa la lírica amorosa e inicia una poesía épica culta, con un estilo que se aleja de la naturalidad del primer Renacimiento, el de Garcilaso de la Vega, y anuncia la complicación del Barroco.
En este período se distinguen dos grandes focos culturales: la escuela salmantina y la escuela sevillana.
· La escuela salmantina integrada por un grupo de poetas, muchos de ellos dedicados a la enseñanza en la Universidad de Salamanca: fray Luis de León, Francisco de la Torre y Francisco de Mebrano. Entre las características de este grupo destacan:
o Predominio de la reflexión sobre la imaginación.
o Preferencia por temas morales, religiosos y filosóficos.
o Estilo sobrio, uso de estrofas cortas.
o Lenguaje elegante y natural.
o Equilibrio entre expresión y contenido.
· La escuela sevillana. El ambiente cosmopolita de la ciudad de Sevilla, floreciente capital del comercio con el Nuevo Mundo, favoreció la presencia en la ciudad de círculos aristocráticos donde se cultivaban la poesía y las artes. Entre ellos surgió un grupo poético cuya cabeza visible fue Fernando de Herrera, que llegó a ser considerado como el mejor poeta del siglo XVI junto a Garcilaso de la Vega. Junto a Herrera destacan poetas como Baltasar Alcázar, Juan de Malhara, y Juan Arguijo.
Las características de la escuela sevillana son las siguientes:
o Preferencia por temas profanos: el amor y la exaltación patriótica
o Presencia en algunos casos de ironía y sátira amable.
o Poesía brillante, sonora, colorista y retórica.
o La expresión predomina sobre e contenido, lo que abre el camino al estilo barroco.
Además de estas dos escuelas son importantes algunas corrientes líricas en este segundo Renacimiento:
· La poesía religiosa: la ascética, que trata sobre cómo conseguir la perfección moral, y la mística, que refleja la unión del alma con la divinidad. Dos autores españoles y carmelitas representan su cima espiritual y literaria: san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús.
· Poesía épica: Como consecuencia de los éxitos militares alcanzados en los reinados de Carlos I y Felipe II, se produjo una exaltación de los valores nacionales y patrióticos; ello favoreció la vuelta al género de los poemas épicos en honor a los héroes del imperio, compuestos por autores cultos con versos cuidadosamente rimados y en lenguaje culto. Se trata de composiciones que nada tienen que ver con los antiguos cantares de gesta medievales. Destaca La Araucana, de Alonso de Ercilla, basado en la conquista de Chile por los españoles.
4. Fray Luis de León (1527-1591)
· Vida
La vida de Fray Luis de León, como la de santa Teresa y san Juan de la Cruz, refleja fielmente el confuso momento en que se vivía, las tensiones entre las tendencias humanistas o renacentistas y la susceptibilidad de los poderes eclesiástico y civil.
Fray Luis de León fue un hombre muy culto, un humanista, descendiente de conversos y fraile agustino, que enseñó teología en la Universidad de Salamanca. Fue denunciado a la Inquisición probablemente por las envidias que despertaba entre sus rivales en la universidad, rivales académicos y rivales de otras órdenes religiosas. No olvidemos que ya otra agustino célebre, Erasmo de Rotterdam, había criticado las continuas disputas entre las órdenes religiosas. La Inquisición lo condenó por defender la lectura de la Biblia en su lengua original, el hebreo, y por haber traducido sin permiso al castellano el libro bíblico El Cantar de los cantares, que fue una obra imprescindible en la mística posterior. (Es una composición en verso que forma parte del Antiguo Testamento y que trata de la declaración de amor de un joven y una joven enamorados.)
Tras cuatro años de cautiverio lo absolvieron y volvió a la universidad, donde protagonizó la célebre anécdota al iniciar su clase con la frase “decíamos ayer…”.
· Obra
Además de poeta, fray Luis de León fue un extraordinario traductor del latín y del hebreo: tradujo a los poetas latinos Horacio y Virgilio, y también tradujo los Salmos bíblicos. Como prosista escribió libros de tema moral y religioso, como La perfecta casada, obra didáctica sobre la conducta de las esposas, y De los nombres de Cristo, comentario sobre los nombres que recibe Jesucristo en los libros sagrados.
La mayor parte de la poesía de fray Luis de León son odas, cantos de alabanza, (Odas, que son un subgénero lírico de tono elevado que trata asuntos diversos entre los que se recoge una reflexión del poeta, se utiliza para hacer alabanzas de personas u objetos) escritas en liras, siguiendo el modelo introducido por Garcilaso. Los temas de que trata tienen un tono moral que refleja la influencia de los clásicos: Platón, Virgilio y, sobre todo, Horacio, de quien toma el estoicismo, es decir, el anhelo de la virtud mediante el dominio de las pasiones (sobre todo, la lujuria, la avaricia y el temor a la muerte), la búsqueda de lo espiritual o el elogio de la vida sencilla campestre, que contrapone a las vanidades mundanas o sociales.
Muy conocida es la Oda a la vida retirada, que recreaba el tópico literario beautus ille “feliz aquel” a imitación de Horacio. El beatus ille expresa la añoranza de la vida en soledad, reflexiva y contemplativa, en contacto con la naturaleza. Con este tópico se relacionan el locus amoenus (lugar ameno), con el que se describe la naturaleza de una manera idealizada; y el aurea mediocritas (dorada medianía), que hace referencia a la alabanza de una vida moderada, libre de anhelos y ambiciones.
También escribió odas a sus amigos, como la que escribió al músico Francisco Salinas, cuya melodía le hace percibir la armonía del universo, que recuerda a Platón. Esa misma influencia muestra Noche Estrellada, donde manifiesta el anhelo y la nostalgia del cielo.
En la obra poética de fray Luis de León se funden el platonismo y el cristianismo, porque presenta al mundo como un destierro doloroso, a partir del cual el ser humano puede elevarse a las verdades eternas a través de la contemplación de la naturaleza y el arte.
· Estilo
Como ya hemos mencionado Fray Luis de León emplea el subgénero poético clásico de la oda, al que él incorpora el tono moralizante y religioso característico de su obra. En sus obras utiliza la lira como estrofa (heptasílabos y endecasílabos).
La lengua de fray Luis de León es similar a la de Garcilaso y al modelo renacentista porque es natural y elegante, pero también refleja el influjo de Horacio por la amplitud de las frases y por los numerosos cultismos que encontramos en ella. Su estilo es muy cuidado, como demuestran el magistral uso de los encabalgamientos que marcan el ritmo de los poemas, y el uso de las aliteraciones, pero siempre huye de la brillantez formal que podría desdibujar el contenido, y todos los recursos se subordinan al significado de sus poemas.
Otros rasgos estilísticos de este autor son el gusto por la sinonimia y las repeticiones de palabras, y el uso de recursos como hipérbaton, paralelismo, polisíndeton, asíndeton y anáfora.
En la poesía de fray Luis se reiteran obsesivamente un conjunto de símbolos que reflejan sus más íntimas vivencias y anhelos: el mar, la noche, la luz, el cielo, el aire, la música... Estas imágenes no siempre tienen un valor único y claro. Sin embargo, algunas se tiñen de un cierto carácter positivo o negativo. El mar suele representar el tráfago mundano, las locas ambiciones del hombre. Hay una excepción en la Oda a Salinas, donde se habla del “mar de dulzura” en que nos sumerge la música. La noche es símbolo, junto a la cárcel y la tierra, de la angustia y el desamparo de la criatura humana, perdida en este mundo, deseosa de alcanzar la armonía encarnada por los astros y su perfecto orden. El aire, a veces huracanado, se remansa en otras ocasiones y es imagen de la felicidad y de la belleza. La música se une a él para reforzar esa simbología.
Lo peculiar de las imágenes usadas por Fray Luis es que tienen un valor doble. Hay que interpretarlas a la vez en sentido recto y figurado. Así, por ejemplo, cuando habla de la “escondida senda”, estamos ante una metáfora que alude a una forma de conducta, pero también se refiere a un sendero real, en el que proyecta sus íntimos deseos de paz. Los motivos líricos acostumbran a ser en estos versos símbolo y realidad al mismo tiempo.
La poesía de fray Luis de León sintetiza la cultura renacentista y el pensamiento cristiano. Plantea temas morales, influido por Platón, Virgilio y Horacio, de quien procede su estoicismo: el deseo de lograr la virtud, el ansia de paz espiritual, o la alabanza de la villa sencilla.
Se ha planteado la cuestión de si fray Luis debe asociarse o no al misticismo. Ciertamente, presenta puntos de contacto con esta tendencia; pero en sus versos prevalece la reflexión intelectual sobre el arrebato místico. Esta es la opinión de Dámaso Alonso y Federico Onís entre otros. En cambio para Allison Peers sí es un místico y sitúa al autor en el mismo grupo que san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús.
5. Literatura ascética y mística.
Ascética y mística son dos estadios en el camino de perfección espiritual que dejan profunda huella en nuestra literatura, tanto en prosa como en verso. Suponen un grado distinto de acercamiento a la divinidad. La ascética busca a la elevación moral por medio de oraciones, penitencias, meditaciones... Depende de la propia voluntad, del esfuerzo individual. La mística parte de la ascética, pero supone un nivel superior, reservado a algunas almas escogidas a las que Dios concede gracias especiales.
En el camino que debe seguir el alma hacia la unión con Dios se distinguen 3 fases:
- Vía purgativa, de purificación inicial. En esta etapa el alma se libera del pecado mediante la penitencia y la práctica de la virtud.
- Vía iluminativa, de perfeccionamiento. El alma renuncia a la razón y recibe una sabiduría especial que viene de Dios y la ilumina.
- Vía unitiva, de plenitud. El último paso representa la misteriosa unión entre el alma y Dios. Esta fusión supone un estado de éxtasis, de anulación total de los sentidos y sentimientos de gozo y felicidad inefables, es decir que no se pueden expresar con palabras.
Las dos primeras corresponden a la ascética; la última, al éxtasis místico. Desde el punto de vista literario, la mística ofrece una mayor riqueza y complejidad. El místico quiere trasmitirnos sus experiencias, pero no encuentra las palabras adecuadas porque pertenecen al terreno de lo inefable. Recurre entonces a un lenguaje repleto de símbolos, metáforas y toda clase de imágenes que quedan fuera de lo estrictamente racional. Ese el único medio de comunicar sensaciones que no pueden ser reducidas al lenguaje humano.
En España, la literatura ascética y mística se desarrolla tardíamente, en la segunda mitad del siglo XVI. Tienen su punto de partida en la reforma religiosa que se opera bajo la dirección del cardenal Cisneros.
Las cumbres de la mística española son santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, pertenecientes a la escuela carmelitana. Hay otros muchos escritores religiosos. Destacan dentro de la orden dominicana las figuras de san Juan de Ávila y fray Luis de Granada. Los jesuitas están encabezados por su fundador, san Ignacio de Loyola, cuyos Ejercicios espirituales han tenido un notable influjo sobre todo el orbe católico. Al margen de estas escuelas, hay que destacar a Alejo Venegas, autor de Agonía del tránsito de la muerte, de filiación erasmista.
· Santa Teresa de Jesús.
Teresa de Cepeda y Ahumada nace en Ávila en 1515. En 1535 entre en el convento carmelita de la Encarnación. A pesar de su mala salud, agravada por los rigurosos ejercicios ascéticos a que se somete, desarrolla una actividad incansable en el intento de reformar la orden carmelitana para devolverla al rigor de los primeros tiempos. Esta tarea le acarrea un sinfín de sinsabores y la enfrenta a las autoridades religiosas. En 1562 funda el convento reformado de San José de Ávila, al que siguen otros muchos en Castilla y Andalucía. Muere en Alba de Tormes (Salamanca) en 1582. Su proceso de canonización culmina en 1622.
Santa Teresa carece de pretensiones artísticas. Escribe tan solo para orientar a sus monjas en el camino de la perfección espiritual, pero su prosa alcanza gran valor literario. Su lenguaje, con los rasgos propios del habla coloquial castellana, es el más acabado ejemplo de la norma de sencillez y naturalidad que impera en el siglo XVI. Puede decirse que la suya es una “sintaxis emocional”, que se sale de los cauces gramaticales al uso, en busca de una expresividad más directa. La mueve una finalidad de comunicación práctica; de ahí que siempre quiera hacerse entender. Las tonalidades afectivas se dejan sentir sobre todo en el uso del diminutivo.
De extraordinario interés es el Libro de la vida, indispensable para el conocimiento de la trayectoria humana y espiritual de la autora; su redacción definitiva data de 1564-1565. En sucesivos capítulos, habla de su infancia y juventud, de los primeros años de su vida religiosa, de sus progresos en la oración mental, de las mercedes que recibe de la divinidad antes de fundar el convento de San José y de su periodo de plenitud tras esta primera empresa. En este punto se interrumpe la autobiografía, como si ya se hubiera culminado una parte esencial de ella. En medio del relato se intercalan consideraciones de carácter didáctico-espiritual. Para el lector lo más interesante son los pasajes dedicados a la vida externa de la santa y aquellos otros en que intenta hacer comprensibles las más altas experiencias místicas de una forma sencilla e inmediata.
Libro de las fundaciones, cuya redacción se inicia en 1573 y llega hasta las vísperas de la muerte, parte del punto en que se interrumpe la obra anterior para dar cuenta de los avatares relativos a la fundación de los conventos.
Complemento de estos textos son las Cartas que escribió a impulsos de la actividad reformadora. Se conservan unas cuatrocientas. Van dirigidas sobre todo a personajes religiosos con los que mantuvo relación. Destacan por su espontaneidad.
De índole distinta es Castillo interior (o Las moradas), escrita en 1577, donde hace un análisis más complejo del fenómeno místico. Compara la vida espiritual del hombre con un castillo de diamante y cristal en el que hay siete aposentos. Se penetra en él a través de la oración y la meditación y luego hay que ir perfeccionándose para atravesar las seis moradas que conducen a aquella en que se verifica la unión con Dios.
También compuso algunos poemas: glosas, canciones y villancicos en metros tradicionales. Los más célebres son “Vivo sin vivir en mí...” y “Véante mis ojos...”, ambos de dudosa atribución.
· San Juan de la Cruz (1542-1591)
Juan de Yepes y Álvarez, que es su nombre de seglar, nació en Fontiveros (Ávila) en 1542, en el seno de una familia humilde. Desde la infancia se vio obligado a desempeñar diversos oficios. Pese a ello, sacó adelante sus estudios. A los 21 años ingresó en la orden del Carmelo. En su trayectoria vital fue decisivo su encuentro con santa Teresa de Jesús, en cuya empresa reformadora colaboró activamente. Promovió una nueva manera de entender la fe, basada en la vida solitaria, austera y contemplativa, postura que llegó a ocasionarle el encarcelamiento.
o Obra
La obra de san Juan de la Cruz no se publicó hasta 1618. Hasta esa fecha circulaban manuscritos de su obra entre los y las religiosos de su orden. Aunque la producción de san Juan es muy escasa, le ha bastado para que se le considere uno de los mayores poetas de la lengua castellana. Sus versos hay que entenderlos como un canto espontáneo y auténtico que no se somete al rigor lógico de los discursos habituales. El tema principal es la comunicación de la experiencia mística, el enamoramiento del alma (representada metafóricamente por la figura de la Amada) y Dios (el Amado), su acercamiento y su unión. Lo que convierte sus poemas en alegorías.
Como es propio de la literatura mística, domina lo irracional y subconsciente, lo intuitivo. No puede extrañarnos, por tanto, la presencia de anacoluto (es un cambio repentino en la construcción de la frases), enumeraciones caóticas... o el paso súbito de un tema a otro, exclamaciones, aliteraciones y antítesis. Todo ello es fruto del arrebato místico. La palabra se carga de valores emotivos.
Siguiendo una larga tradición emplea una simbología erótica para expresar la relación íntima del alma con Dios.
Sus tres poemas mayores místicos son: Noche oscura del alma, Cántico espiritual, Llama de amor viva. Son variaciones sobre un mismo asunto, con predominio de lo dramático en el Cántico, de lo narrativo en Noche... y de lo lírico en Llama...
o Noche oscura del alma muestra cómo el alma se une con el Amado. Aparece representada bajo la figura de una mujer que abandona su casa a altas horas para acudir a una cita amorosa. Consta sólo de 8 liras, que desarrollan el tránsito a la unión con Dios siguiendo las tres etapas de la vida espiritual purgativa (estr.1-2), iluminativa (3-5) y unitiva (6-8). El símbolo central del poema, la “noche oscura”, alude a la privación de todos los apetitos sensuales.
o Cántico espiritual, el más extenso (40 liras) e interesante, es una versión del Cantar de los cantares atribuido a Salomón. El influjo bíblico se advierte en el bello exotismo del léxico. La Esposa busca al Esposo y va preguntando por él a las criaturas y a la naturaleza. Por fin lo encuentra, sostienen un amoroso diálogo y se produce la unión. La expresión poética es sumamente compleja y difícil de desentrañar.
o Llama de amor viva es un breve canto de júbilo por el goce de la unión (4 estrofas abCabC). Para designar los efectos del amor, el poeta recurre a imágenes sadomasoquistas y a los juegos de contrarios: “¡Oh cauterio suave! / ¡Oh regalada llama!”.
Además de las peculiaridades estilísticas del lenguaje místico, a las que ya hemos aludido, caracteriza a estos versos la tendencia a la condensación, que se logra con el uso predominante del sustantivo, a expensas del verbo y el adjetivo. Se da así mayor densidad a la expresión prescindiendo de todo lo ornamental y superfluo. El léxico recurre tanto a voces populares y rústicas (majadas, otero, ejido...) como cultas (vulnerado, bálsamo...). Es relativamente frecuente el uso afectivo del diminutivo (palomica, tortolica...).
Compuso, además, algunos otros versos de corte tradicional. Muy bellas son la Canción del pastorcico y “Tras un amoroso lance...”, que desarrolla el tópico motivo de la caza cetrera de amor; ambas en endecasílabos. Los temas propios del amor profano son trasladados a lo divino. Es célebre su glosa de la conocida copla “Vivo sin vivir en mí...”.
Comentarios en prosa: San Juan desentraña el significado simbólico de sus grandes poemas en sendos comentarios en prosa que redacta años más tarde con mismo título; a Noche oscura del alma le dedica, además, un segundo texto: Subida al monte Carmelo. Constituyen un auténtico tratado de mística.
La relación entre los versos y sus comentarios ha sido objeto de debate. Todo parece indicar que si los primeros nacieron de modo espontáneo, los segundos obedecerían a la presión del círculo espiritual en que se movía el poeta, debido quizá a la necesidad que se sentía de justificar unas composiciones de exacerbado erotismo. Unos y otros pertenecen a universos estéticos y afectivos totalmente distintos. Media gran distancia entre el impacto emocional que nos producen las imágenes poéticas y la frialdad de las prosas.
Por otra parte, el simbolismo está muy recargado; rara es la palabra que pueda tomarse en sentido recto. Las aclaraciones resultan, paradójicamente, muy complicadas. En general, el lector prefiere los poemas desnudos, sin comentarios.
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