Evolución del teatro barroco: Calderón de la Barca y Tirso de Molina





























Introducción

1.      Tirso de Molina: biografía, características de su teatro y tres obras destacadas

2.     Calderón de la Barca: biografía, características de su obra, tres obras destacadas y la escuela de Calderón.


El teatro del Barroco supuso un periodo de esplendor del teatro como género literario y como espectáculo de la época, que se extendió desde Italia al resto de Europa en el siglo XVII. Durante el Barroco se conformaron los teatros nacionales en Europa; la Commedia dell'Arte en Italia; el Siglo de Oro en España, donde destacaron autores como Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca; Shakespeare y el teatro isabelino o la comedia de la Restauración en Inglaterra; La Comédie-Française, Corneille, Molière y Racine en Francia. Se produjo un espectacular desarrollo de la escenografía, con la inclusión de música y pintura como elementos del espectáculo dramático que condujeron a una consolidación de la ópera, el ballet y la zarzuela. Los géneros dramáticos alcanzaron una formalización definitiva y la evolución de los antiguos corrales de comedias hasta las salas a la italiana propició la aparición de los edificios y salas teatrales contemporáneos.
El teatro hispano del Barroco contentaba al público con una realidad idealizada, en la que se manifiestan fundamentalmente tres sentimientos: el religioso católico, el monárquico y patrio y el del honor, procedente del mundo caballeresco.
Suelen apreciarse dos periodos o ciclos en el teatro barroco español, cuya separación se acentuó hacia 1630; un primer ciclo cuyo principal exponente sería Lope de Vega y en el que cabe mencionar también a Tirso de Molina, , Guillén de Castro, , Luis Vélez de Guevara, Juan Ruiz de Alarcón, entre otros; y un segundo ciclo, del que sería exponente Calderón de la Barca y que incluye a dramaturgos como Antonio Hurtado de Mendoza, Álvaro Cubillo de Aragón,  Francisco de Rojas Zorrilla, Juan de Matos Fragoso o Antonio Coello y Ochoa, . Se trata de una clasificación relativamente laxa, puesto que cada autor tiene su propio hacer y puede en ocasiones adherirse a uno u otro planteamiento de la fórmula de la comedia nueva establecida por Lope. La «manera» de Lope es quizá más libre que la de Calderón, más sistematizada.
1.      Tirso de Molina
1.1.Biografía
Gabriel Téllez (Madrid, 1579-Almazán, Soria, 1648), conocido en el mundo literario con el pseudónimo de Tirso de Molina, tuvo una andadura vital, a diferencia de Lope de Vega, con pocos sobresaltos y estridencias. De origen humilde ingresó de joven en el convento madrileño de la Merced. Recorrió un buen número de conventos mercedarios (Guadalajara, Toledo, Soria, Segovia, Sevilla, Trujillo, Cuenca, etc.) ocupando el cargo de comendador en alguno de ellos. Junto con Madrid fue Toledo la ciudad preferida de Tirso. En la ciudad del Tajo, al principio de la segunda década del siglo XVII, pasó una de sus épocas más felices: entregado a su vocación religiosa, a la lectura, a la producción teatral, a la enseñanza y al trato con los amigos. En esta ciudad se encuentra cuando es seleccionado para una misión pastoral en la isla caribeña de Santo Domingo (1616-1618). De este modo, Tirso es uno de los pocos escritores barrocos que tuvo la oportunidad de conocer de cerca la realidad del Nuevo Mundo. A ella se referirá en algunas de sus comedias, sobre todo, en la Trilogía de los Pizarro (1626-1629) y en la Historia general de la Orden de la Merced (1639), obra que Tirso escribe en su condición de cronista general de la Orden.
El único suceso grave en esta biografía sin estridencias ocurre en 1625 cuando la Junta de Reformación de las costumbres ataca al mercedario por dedicarse a escribir «comedias profanas y de malos incentivos». Ello le obliga a Tirso a trasladarse fuera de la corte, en concreto a Sevilla. Años después aparecen, hasta un total de cinco, los sucesivos tomos o partes que recogían el grueso de su producción teatral, así como su miscelánea de carácter religioso Deleytar aprovechando (1635), de estructura parecida a su gran miscelánea profana los Cigarrales de Toledo (1624).
Tal vez afectado por el episodio de la Junta de Reformación y por las presiones recibidas dentro de la Orden, Tirso abandona lentamente la producción de comedias y textos profanos. Sus últimos años los pasa como comendador del convento de Soria. Y a principios de 1648 cae enfermo en el convento soriano de Almazán. Fallece hacia el 20 de febrero, y recibe sepultura en la capilla de enterramiento de los frailes.
Tirso de Molina supo armonizar a la perfección su condición de fraile mercedario y de escritor de comedias, de las que llegó a escribir cerca de cuatrocientas según su propia confesión, aunque sólo nos han llegado unas sesenta. Dentro de la historia de la comedia española constituye una de las cumbres junto con Lope de Vega y Calderón de la Barca. Siempre se mostró orgulloso de su talento literario y defendió con ahínco la comedia nueva frente a los ataques de los moralistas y de los clasicistas. En su opinión, la comedia se configura como un espectáculo total y globalizador capaz de atraer a todos los espectadores de los corrales de comedias. La tarea del comediógrafo ha de ser la de entretener, divertir, provocar la admiración de ese público heterogéneo, exigente y bullicioso. Y es precisamente ahí donde radica el valor fundamental del teatro tirsiano, en haber elaborado unos mundos cómicos, unas acciones coherentes y complejas, un universo de burlas y enredos admirable. Lo que sobresale, pues, en el teatro tirsiano es el humor refinado, las situaciones atrevidas, el gracejo de los personajes rústicos y de los criados urbanos, la atmósfera de juego y diversión que reina en buena parte de su producción teatral, en fin, la riqueza de los medios lingüísticos plagada de creaciones originales.
Todas esta características están presentes en sus comedias más conocidas y admiradas: Don Gil de las calzas verdes, Marta la piadosa, El vergonzoso en palacio, La villana de la Sagra. Bien es cierto que Tirso también escribió piezas teatrales serias, entre la que destacan El burlador de Sevilla y convidado de piedra, la pieza que más fama le ha dado al llevar a las tablas al mítico don Juan Tenorio, El condenado por desconfiado, La prudencia en la mujer, y otras obras inspiradas en las Sagradas Escrituras o en la Historia de España.

1.1.Características de su teatro
A diferencia de Lope, poseía Tirso una sólida formación humanística y teológica. Pero fue al mismo tiempo un hombre de activa relación social, atento a los problemas de su tiempo. El convento no era para él el refugio, sino el observatorio desde el que miraba al mundo que le rodeaba. Era un sagaz observador, de ahí los rasgos de su teatro: profundidad psicológica y fuerza creadora de caracteres.
El teatro de Tirso es más “realista” que el de Lope, menos pintoresco y popular y más cercano a los aspectos psicológicos de su tiempo. Tirso se aleja del ideal caballeresco falso y convencional. Abandona lo falso, convencional, pastoril, palaciego, épico y novelesco de Lope, así como los elementos mitológicos, alegóricos y teológico-sacramentales de Calderón de la Barca.
El mundo de Tirso no fue tan variado como el de Lope, pero es más humano que el de su continuador Calderón de la Barca. Inventó menos personajes, pero creó verdaderas personas. La “humanidad” de Tirso difiere de la “humanidad” de Lope: era la de Lope efusiva y sentimental, mientras que la de Tirso es más cerebral y reflexiva. Tirso fue comparado con Cervantes en el sentido de que ambos discrepan de los convencionalismos de su época sobre el tema del honor. Convencionalismos que Calderón convertirá más tarde en fórmulas abstractas. En el sentido humano del humor se parece Tirso también a Cervantes, ambos tienen la generosa tolerancia que les da una gran nobleza humana.
Aspecto capital de la obra de Tirso es el papel preponderante que en él juega la mujer y la gran penetración que el escritor tiene del alma femenina. Lope presenta a la mujer con cierta monotonía y sometida siempre a un patrón convencional. Tirso la presenta con mayor variedad y con más humano realismo. Las mujeres de Tirso tienen el rango de auténticas creaciones. La mejor creación en el teatro clásico de una figura de mujer la representa la obra de Tirso La prudencia en la mujer con su personaje doña María de Molina. A lo largo del teatro clásico sólo vemos el tipo de mujer soltera, presa amorosa –al final de la comedia– de las solicitudes del galán. La mujer de Tirso aparece como reina poseedora de una autoridad y talento políticos eminentes, además en función de madre, aspecto éste que no existía casi en el teatro clásico.
La figura de madre aparece en obras de Tirso como La república al revés, Ventura te dé Dios La mejor espigadera. La exclusión de la madre de toda la dramática del siglo XVII, excepto Tirso, demuestra qué convencional fue el teatro del XVII, y qué humano fue frente a éste el de Tirso de Molina
En el teatro de Tirso no hay tanto enredo como en el de Lope o de otros, en Tirso priva la sobriedad en el argumento y la profundidad en el trazado de los caracteres. El teatro del Siglo de Oro no se propuso nunca ser realista, sólo pretendía crear un espectáculo para el goce plástico y la imaginación, estaba lleno de inverosimilitudes y de convencionalismos, era aceptado por su gracia, belleza y por su intriga. La trama era en Tirso también algo inverosímil, pero la confianza en la buena fe del público era característica general del teatro del siglo XVII. Su teatro tiene, sin embargo, un tono humorístico, burlón, divertido y escurridizo.
El estilo de sus obras es abiertamente conceptista, muy jugador con los vocablos, y en sus últimas obras, algo culterano, pero siempre sobre un fondo conceptista. Tirso ha sido considerado como maestro del idioma castellano, un auténtico virtuoso y dominador de sus secretos. Gran parte de su fuerza cómica reside en su talento para explotar los recursos del lenguaje. Su dominio de la palabra fue enorme. La cierta artificiosidad de su lenguaje es a veces fruto de las corrientes de su época barroca, sobre todo el conceptismo que se nota en sus sátiras.
Usa Tirso de un barroquismo conceptista a lo Quevedo y Gracián. Pero el retorcimiento de su lenguaje no alcanza nunca al contenido de sus obras. En Tirso hay un espíritu profundamente clásico bajo la envoltura barroca conceptista. Sólo acepta lo barroco para dar alarde de ingenio, de virtuosidad, maestría y dominio del lenguaje, pero rechazando todo lo que el barroco tiene de exageración, grotesco y de mal gusto
Tirso cultivó todos los géneros de la época: dramas históricos, dramas bíblicos, comedias de costumbres e intriga, tragedias sobre la libertad y la predestinación…
Entre su amplia producción teatral destacan tres títulos:

-          El burlador de Sevilla y convidado de piedra: verdadera creación literaria del mito de don Juan Tenorio, que luego tendrá una larguísima descendencia en las letras universales. Escribieron obras inspiradas en este personaje  Antonio de Zamora (No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, 1713)Molière (Dom Juan ou le festin de pierre, 1665); Lorenzo da Ponte, libretista de Mozart, (Don Giovanni, 1787); Choderlos de Laclos, famoso por su libertino vizconde de Valmont en su novela epistolar Las amistades peligrosas, 1782), Lord Byron (Don Juan, 1819-1824, incompleto por su muerte), José de Espronceda (el Don Félix de Montemar de su El estudiante de Salamanca, 1840), José Zorrilla (Don Juan Tenorio, 1844), Azorín, Gonzalo Torrente Ballester (Don Juan) y otros muchos. En España fue una tradición teatral constante el representar la obra de Antonio de Zamora y, después, la de Zorrilla, en todas las festividades de Todos los Santos (1 de noviembre).
El personaje y su actitud vital, denominada genéricamente donjuanismo, ha inspirado a numerosos ensayistas (Ramón Pérez de Ayala, Ramiro de Maeztu, Américo Castro, José Ortega y Gasset, etcétera), que ven en la figura del seductor desde un inmaduro patológico y afeminado, próximo al narcisismo y a la homosexualidad, como Gregorio Marañón, a una figura satánica y rebelde típicamente romántica o al arquetipo universal del seductor insatisfecho.
 Es necesario señalar que a pesar de que la mayoría de los críticos atribuyen esta obra a Tirso, algunos señalan a otros autores. Este drama está protagonizado por el joven noble don Juan, dedicado a la seducción y al engaño de mujeres. No acata ninguna norma moral ni escucha los consejos y advertencias sobre el peligro que corre su alma, respondiendo siempre con su frase tan largo me lo fiáis. Así, el protagonista vive exclusivamente el presente, de espaldas a la religión y a la moral.
Don Juan seduce tanto a mujeres plebeyas (Tisbea, Aminta) como nobles (la duquesa Isabela y doña Ana de Ulloa). El padre de una de ellas, don Gonzalo de Ulloa, morirá a manos de don Juan tratando de defender el honor agraviado de su hija. Algo después don Juan se burla de la estatua de don Gonzalo invitándola a cenar, y ésta acude y le  devuelve la invitación. En esta cena fúnebre, don Juan es arrastrado al infierno por sus infames acciones, sin haberse sometido jamás a la justicia humana.
Aunque existían algunos antecedentes históricos y literarios de la figura del seductor y algunas muestras folclóricas del convidado de ultratumba, la originalidad de Tirso consiste en haber reunido en la obra estos dos motivos literarios.
-          El condenado por desconfiado: La obra se configura como un sermón religioso dirigido al público habitual de los corrales de comedias, por lo que incorpora componentes de la comedia de santos y del auto sacramental, y supone una de las cumbres del teatro del Siglo de Oro por su efectivo tratamiento de la tensión dramática y la hondura de sus implicaciones filosóficas.
Su trama está fundada en el desarrollo de dos acciones paralelas que se entrelazan y contraponen: la del monje Paulo, desconfiado y soberbio; y la del criminal Enrico que, sin embargo, tiene esperanza en su salvación y guarda buenos sentimientos de caridad hacia su padre enfermo y de amor hacia su novia. El asunto reelabora el contraste entre el ermitaño y el ladrón, y presenta la paradoja de que el alma del criminal se salva por alojar un reducto de amor, caridad y fe en la salvación natural, mientras que Paulo acaba condenándose por su temeridad al exigir a Dios una respuesta a los arcanos del destino en la religión cristiana y desconfiar de su piedad.
-          Don Gil de las calzas verdes: hábil comedia de enredo protagonizada por doña Juana, obligada a acudir a la corte y disfrazarse de galán para así recuperar la honra y vengarse del caballero que la sedujo y pretende casarse con otra más rica. Las mujeres de Tirso aparecen como heroínas “agresivas” como los hombres, que saben lo que quieren y usan de su libertad para conseguirlo, saltándose a la torera las convenciones sociales de su papel de mujer. Quieren igualarse a los hombres en libertad. Estas mujeres de Tirso son como los “Antitenorios”, burladoras de burladores. En estas mujeres, el valor, el ingenio y la astucia colaboran para recobrar el honor y la dignidad frente al hombre. Esta figura del Antitenorio es una de las mayores creaciones de Tirso de Molina. Los mejores modelos femeninos son esta Juana “Don Gil” y la Violante de La villana de Vallecas.



2.      Calderón de la Barca (1600-1681)

2.1.Biografía
Por su dilatado recorrido vital, por la estratégica situación histórica que le tocó vivir y por la variedad de registros de su excepcional obra teatral, Calderón de la Barca sintetiza el magnífico pero también contradictorio siglo XVII, el más complicado de la historia española. Testigo de tres reinados (el de Felipe III, el de Felipe IV y el de Carlos II) vivió la Europa del pacifismo, la Europa de la Guerra de los Treinta Años y la del nuevo orden internacional, simultáneo al lento declinar de la monarquía. Es decir, el Siglo de Oro de las letras y las artes. La fecha de su muerte marca el fin de esa época literaria y de los Siglos de Oro.
Descendiente de una mediana hidalguía de burócratas. Se educó en ese pensamiento oficial, pasó por la carrera militar y recaló en el estado eclesiástico, aunque su biografía (más discreta, menos volcada a la extroversión de Lope) revela también actitudes nada condescendientes, a veces, con su contexto histórico y vital. Pero sobre todo, revela al humanista tardío y al enciclopédico preilustrado que alcanzó a conocer aún el lejano magisterio de Cervantes, que convivió con Velázquez (convirtiendo muchas veces en teatro lo que éste retrató) y que fue contemporáneo, entre otros, de Góngora, Quevedo, Gracián, Kepler, Monteverdi, Hobbes, Pascal, Descartes, Espinoza, Hobbes y Locke.
 Calderón nació en Madrid, el 17 de enero del año 1600. La primera etapa de su vida (hasta 1620), coincide con la última parte del reinado de Felipe III y de la privanza del Duque de Lerma. La muerte prematura de su madre en 1610 y el sentido autoritario de su padre, que dispone férreamente el destino y oficio de sus hijos, y muere en 1615, hacen que Calderón crezca profundamente influido por la complicidad familiar de sus hermanos pero, sobre todo, por su fundamental estancia en el Colegio Imperial de los Jesuitas y, posteriormente, en las Universidades de Alcalá y de Salamanca. La lógica, el teatro y la persuasión retórica a él inherente, la escolástica, el agustinismo preexistencialista, la historia profana y canónica, el derecho natural y político fueron el bagaje intelectual con el que se enfrentó a la creación literaria (en la que probó suerte primero como poeta de certámenes y justas) y a la fascinación que debió producirle la comedia nueva de Lope que por entonces triunfaba en los corrales madrileños del Príncipe y de la Cruz.
La llegada al trono de Felipe IV y el ascenso del valido Conde Duque de Olivares en 1621 supone la llegada de una nueva época que persiguió, frente al pacifismo de Lerma, la recuperación de una política agresiva que insiste en la afirmación de España como potencia. Este período de reformismo interior, supone también el del imparable ascenso creativo de Calderón, la definitiva superación de la generación lopista y su consagración en el orden artístico y social.
 La producción de Calderón ha sido dividida tradicionalmente en varios grupos:
Escribe comedias cortesanas como Amor, honor y poder (su primera obra de éxito, estrenada en 1623 con motivo de la visita a Madrid de Carlos, el Príncipe de Gales); comedias de enredo o de capa y espada como La dama duende o Casa con dos puertas, siguiendo el esquema lopista y perfeccionado por Tirso de Molina: el galán cuenta con la ayuda de su criado para conseguir el favor de la dama y de la familia de ésta; dramas de celebración oficialista como El sitio de Bredá (que a su vez  Diego Velázquez inmortalizará); dramas católicos, que recogen la tradición de las “comedias de santos” como El príncipe constante; o de personajes de exaltado individualismo como Luis Pérez el Gallego y La devoción de la cruz. Entre 1630 y 1640 Calderón se convierte ya en un clásico de su tiempo. Es la década prodigiosa de El Tuzaní de las Alpujarras, que cuenta la épica sublevación de los moriscos frente al absolutismo militar de Felipe II; la década de las grandes tragedias bíblicas como Los cabellos de Absalón, y del honorEl médico de su honra o El pintor de su deshonra. Es también la década en que el debate entre individuo y poder, honor estamental y virtud personal alcanzan la perfección del canon en El alcalde de Zalamea. La década en la que una gran parábola de la ambición del conocimiento y del amor se ofrece envuelta en El mágico prodigioso en la fantasía de una comedia de santos. La obra cumbre de este período (quizá de toda su dramaturgia) es La vida es sueño excepcional drama sobre la libertad del hombre y los límites impuestos por la ética social o la razón de estado.
 Al mismo tiempo, durante esta etapa Calderón, de la mano de Olivares, entra en palacio para producir sus primeras obras cortesanas y dirigir las representaciones teatrales. Ya en 1634 el dramaturgo escribe el auto sacramental El nuevo Palacio del Retiro, con seguridad encargo expreso del valido para rememorar la edificación del emblemático Real Sitio del poder, donde comenzarán a representarse espectáculos de gran alcance escenográfico y coral como El mayor encanto Amor. Tales servicios al rey se verán recompensados en 1636 cuando reciba de Felipe IV el hábito de Caballero de la Orden de Santiago.
A esta década de plenitud creativa, sucede la crisis. Mientras la monarquía hispánica es incapaz de mantener la cohesión interior, desde 1640 será imparable la rebelión de Cataluña, Portugal, Aragón o Andalucía. Calderón participa como coracero en la guerra con Cataluña hasta 1642, ve morir en la misma, en 1645, a su hermano José, prestigioso militar. También morirá su hermano Diego dos años después. Es la época (quizá hacia 1646) en que nacerá su hijo natural Pedro José. Crisis pues exterior e interior que se refleja asimismo en un significativo cambio de su carrera dramática. Y es que las muertes de la reina Isabel de Borbón y del príncipe Baltasar Carlos y la intolerancia de los moralistas imponen en 1644 el cierre de los teatros públicos durante cinco años. El dramaturgo se queda, al menos provisionalmente, sin espacio para el oficio en el que había adquirido fama y prestigio.
 Aunque en 1649 se reabren los teatros, Calderón ha sufrido una crisis tanto espiritual como profesional. La resolución de convertirse en secretario del Duque de Alba durante unos años y la de ordenarse sacerdote en 1651 no pueden separarse tanto de su abatimiento personal como de su necesidad de seguir contando con ingresos económicos en su carrera de dramaturgo. Calderón, que desde 1653 ocupa la Capellanía de la Catedral de los Reyes Nuevos de Toledo, se sabe en otra etapa creativa, más concentrada, abstracta y oficialista. Sigue fiel a dos espacios escenográficos y políticos: la celebración regia en el Palacio del Buen Retiro y la fiesta teológica del Corpus en los autos sacramentales, adentrándose así en la última y dilatada etapa de su producción dramática, para la que va a contar con medios excepcionales que hoy podrían calificarse de verdadera vanguardia teatral.
Calderón compone, ya entre 1630 y 1640 los primeros y espléndidos autos sacramentales, de raíz más ética que cristiana como El gran teatro del mundo o La cena del rey Baltasar. A partir de la crisis de 1648 y hasta su muerte, Calderón detentará en exclusiva la escritura de estas piezas de teatro sacro en la que con el enorme aparato escenográfico de los carros se escenifica de manera grandiosa pero didáctica los misterios de la fe y la proclamación del dogma de la Eucaristía. El Rey, la nobleza civil y eclesiástica contemplan estos dramas, punto culminante de una dramaturgia en la que converge la suma de todas las artes, desde la música hasta la brillante disposición visual de tramoyas y apariencias.
Pero el Corpus era también fiesta y regocijo popular: la solemne procesión de la Custodia y de los carros en los que habrían de representarse los autos se acompañaba de bailes bulliciosos y hasta exóticos, como las danzas de negrillos y de gitanos, a la par que la multitud de visitantes que abarrota Madrid disfruta de la Tarasquilla, un dragón de cartón piedra en el que se rememora el demonio del Leviatán vencido por Cristo. La procesión culmina en la Plaza Mayor, escenario habitual de fiestas, corridas de toros y juegos de cañas en las que se entretenían la nobleza y el pueblo llano. El propio Calderón escribirá muchas piezas breves, entremeses y mojigangas, que suponen un aspecto carnavalesco e irreverente frente a la seriedad teológica de los autos. Está escrito en verso y es de un solo acto.
Al mismo tiempo Calderón es el autor que con más asiduidad escribirá espectaculares obras, casi siempre basadas en fábulas mitológicas, para el Palacio del Buen Retiro, tanto en diversas estancias reales como en sus jardines y estanque. A partir de 1640, además, se construye un gran Coliseo. Allí la música y el canto, las primeras zarzuelas y óperas del teatro español se ponen en escena con toda la magnificencia vanguardista aportada por escenógrafos italianos como Cosme Lotti y Baccio del Bianco. Son obras como La púrpura de la rosaLa fiera o El rayo y la piedra que Calderón continuará escribiendo y vigilando en sus ensayos incluso tras la muerte de Felipe IV en 1665 y la llegada al trono de Carlos II.
 En mayo de 1681, cuando está acabando de componer los autos destinados al Corpus de ese año, Calderón muere.

2.2. Características de su obra
Calderón sólo escribió teatro, su producción alcanza los doscientos títulos, entre comedias y autos sacramentales. Calderón respetaba el esquema dramático de Lope de Vega, pero lo dota de una mayor profundidad y brillantez en torno a cuatro aspectos principales:
·                    Trama: calderón simplifica la trama de la comedia lopesca, evitando la dispersión causada por las acciones secundarias. Reduce el número de personajes para concentrarse en el protagonista y dotarle de mayor profundidad psicológica.
·                    Lenguaje: en la línea de la complejidad introducida por Góngora en la poesía , Calderón se vale de una mayor variedad estrófica, imágenes rutilantes, adjetivos cultistas y alusiones mitológicas.
·                    Pensamiento: en su teatro aparecen temas de hondo calado ideológico como la cuestión del libre albedrío, la libertad, o la rebelión contra el rey (La vida es sueño); en los dramas de honor establece un código de comportamiento tan riguroso que aún hoy se habla del “honor calderoriano” (El médico de su honra, A secreto agravio, secreta venganza).
·                    Escenografía: la sencilla escenografía de la comedia se complica en los últimos años de Calderón, cuando el autor ocupa el cargo de dramaturgo cortesano y sus obras se representan en el Palacio Real. Abundan los efectos visuales, luz artificial, decorados fantásticos orientados en perspectiva mediante bastidores escalonados, antorchas laterales, magia, música, etc. En el siglo de Oro las acotaciones eran esquemáticas, limitándose a señalar dónde se desarrollaba la acción, el tono de voz o el movimiento de los actores. En el propio diálogo dramático (decorado verbal) aparecían indicaciones para crear el espacio escénico. Los poetas conocían bien los requisitos técnicos para la puesta en escena, y de forma más o menos explícita, dejaron en sus textos indicaciones suficientes para conseguir sus fines. A veces, fuera de los propios versos hay auténticos “cuadernos de dirección”, donde venían especificadas todas y cada una de las características de las tramoyas. El mismo Calderón redactó unas “Memorias de  apariencia”. (bastidores y telones)

2.3.Tres obras destacadas
·         El gran teatro del mundoauto sacramental calderoniano, obra que anticipa el recurso del teatro dentro del teatro. El Autor, representación de Dios, prepara una obra teatral con siete personajes identificados con exponentes muy conocidos de la naturaleza humana: el pobre, el rico, el labrador, el rey, la discreción, la hermosura y el niño, guiados por un director de escena, el Mundo. No hay ensayos previos, pero al final de su actuación cada uno recibirá un premio o un castigo según su comportamiento, porque todos tienen que abandonar sus identidades cuando acaben.
·         El alcalde de Zalamea: es una de las obras más populares de Calderón. En ella se presenta el conflicto entre el poder civil y el militar a partir de los acontecimientos ocurridos en Zalamea. De camino a Portugal, el ejército de Felipe II acampa en este pueblo extremeño; el general don Lope y algunos oficiales se quedan en la casa de Pedro Crespo, cuyo hijo desea incorporarse a la milicia. Don Álvaro, capitán de las tropas reales hospedadas allí, se siente atraído por la hija del alcalde; ante el rechazo de ella, no duda en violarla. El padre trata de arreglar el agravio mediante el matrimonio de su hija con el  capitán, pero ante la negativa de éste a casarse con la hija de un campesino, Crespo limpiará su honor saltándose el código militar, juzgará y ejecutará a don Álvaro, como Alcalde de Zalamea. El severísimo monarca acepta lo ocurrido, validando una vez más el código del honor aplicado por los campesinos.
·         La vida es sueño: se trata de un drama filosófico que plantea el tema de la libertad y el destino. Se escenifica la historia del príncipe Segismundo, cuya vida transcurre en cautividad por orden de su padre el rey Basilio, temeroso de que se cumplan los horóscopos de que su hijo lo destronaría. Al llegar a la edad adulta, el padre apenado por la situación de Segismundo, decide comprobar la veracidad del oráculo; para ello sin previo aviso, lo lleva drogado a plació y le permite reinar por un día. El príncipe se comporta como un bárbaro, por lo que es devuelto a prisión. Ese breve periodo de libertad se le aparece entonces como un sueño. El pueblo enterado de que el rey Basilio tiene un heredero, se subleva y lo libera. Segismundo aprendida la lección cambia de conducta, perdona al padre y se comporta con generosidad y prudencia.
La vida es sueño pone en escena cuestiones de transcendencia universal, que se inscriben, además en el centro de la mentalidad barroca: la libertad frente a la predicción de las estrellas y el destino adverso; la posibilidad de que nuestra vida sea sólo un sueño, la autoridad de un monarca injusto, frente al la sublevación del pueblo.

2.4.La escuela de Calderón
Como en el caso de Lope de Vega, también la obra de Calderón fascinó a otros dramaturgos que, fieles a la estructura general de la comedia, se agruparon en torno a su obra: es lo que se conoce como la escuela o ciclo de Calderón de la Barca. He aquí sus rasgos específicos:
·         Mayor elaboración formal de las propuestas dramáticas.
·         Los personajes pierden verosimilitud: ya no se presentan como son, sino como deberían ser.
·         Abundan las refundiciones de obras de dramaturgos anteriores.
·         El gusto aristocrático y cortesano sobre el popular de los corrales; de ahí que el teatro desarrolle los aspectos espectaculares: vestuario, decorados, música.
Entre los integrantes de este grupo destacan:
-          Francisco Rojas Zorrilla (1607-1648) escribió comedias y tragedias. Destacan Cada cual lo que le toca y Del rey abajo ninguno.
-          Agustín Moreto (1618-1669) destaca por las creaciones brillantes de la figura del gracioso. Es el autor de El lindo don Diego.
Calderón de la Barca fue un dramaturgo trágico a la altura de Sófocles o Eurípides en la angustiada perplejidad de los individuos que retrata y a la de Shakespeare en las grietas de humana debilidad que supo mostrar del poder, Calderón representa la cumbre de las artes escénicas de un periodo irrepetible.  Su obra que nació bajo el signo de la crisis de la modernidad aún mantiene la emocionante contemporaneidad de un clásico.





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