1. La Ilustración europea
2. El Siglo XVIII en España. Marco
histórico.
3. La Ilustración en España.
Características generales de la literatura española del siglo XVIII
4. El Neoclasicismo.
5. Los géneros literarios.
6. La prosa del XVIII
7. La poesía del siglo XVIII
8. El teatro en el Siglo de las Luces
1. La Ilustración europea
El siglo XVIII se conoce en Europa
como el Siglo
de las Luces, por el intento de analizar la realidad y el espíritu
humano a la luz de la razón, dejando a un lado las fantasías y exageraciones
barrocas o los juicios marcados por las creencias religiosas. Se trata de un
periodo histórico marcado por la hegemonía de Francia, que tuvo a Luis XIV como
su monarca más representativo.
La ilustración es el movimiento que
representa este afán de modernizar la sociedad según los criterios racionales.
Sus orígenes se encuentran en tres filósofos del siglo XVII: Descartes, que
estableció que la razón era la única vía de conocimiento de la realidad; y Locke
y Bacon que defendieron que la observación y la experimentación constituían un
método imprescindible para analizar el mundo. La Ilustración está relacionada
con el despertar definitivo de la ciencia moderna, vinculada al interés
científico y a la idea de progreso.
Los pensadores ilustrados pretendían
reformar el sistema social vigente. Sus críticas a la sociedad estamental y los
planteamientos para la separación de poderes de Montesquieu o el contrato
social de Rosseau sentaron las bases de las revoluciones liberales del siglo
XIX. En el siglo XVIII la manifestación principal del espíritu ilustrado fue La Enciclopedia (1751-1780),
publicada en Francia por Diderot y D´Alambert, que no tardó en ser prohibida en
España por la Inquisición. En sus páginas se encuentran algunos de los
fundamentos de la Revolución francesa de 1789, como la crítica al gobierno
absolutista y al poder de la Iglesia.
La ideología ilustrada se manifestó
por un modo de gobernar caracterizado por el despotismo ilustrado,
que sostenía que el poder debía inspirarse en la máxima de “todo para el
pueblo, pero sin el pueblo”, de esta forma se justificaba el absolutismo real.
El gobierno consideraba que la educación de los súbditos era un objetivo
prioritario, por lo que el didactismo es una característica
destacada de la literatura del siglo XVIII.
2.
El Siglo XVIII en España. Marco
histórico.
El siglo XVIII comenzó en España con
un cambio dinástico. Tras la muerte sin descendencia de Carlos II de Habsburgo,
estalló la guerra de Sucesión, que enfrentó al archiduque Carlos de Austria y
al francés Felipe de Borbón.
Tras quince años de guerra, que
también tuvo implicaciones en Europa, las paces de Utrecht y Rastadt pusieron
fin al conflicto. El nuevo rey de España, Felipe V, que subió al trono en el
año 1700, promulgó los Decretos de Nueva Planta. Estos decretos
abolían los fueros de la Corona de Aragón e implantaban un modelo de Estado
centralizado en torno a las instituciones y leyes castellanas.
El nuevo rey importó el modelo
político francés, convertido en monarca absoluto y apoyado por sus secretarios
de Estado. En la segunda mitad del siglo, los reyes Borbones vieron su labor de
gobierno influida por las protestas reformistas del despotismo ilustrado. Los
monarcas aplicaron medidas con el fin de desarrollar la vida económica, mejorar
la eficacia del gobierno y elevar el nivel cultural de los súbditos mediante el
impulso de la educación.
La sociedad seguía siendo estamental,
si bien se redujo la importancia de la nobleza y el clero en beneficio del
estado llano, cada vez más diverso. También la burguesía adquirió una
importancia creciente.
La economía era agraria, pero las
actividades industriales cobraron relevancia. Además, el comercio ganó
dinamismo gracias a su progresiva liberalización y a la aparición de las
compañías comerciales privadas.
Francia fue la primera en reaccionar
contra las formas barrocas, y los tres grandes ilustrados, Voltaire,
Montesquieu y Rousseau se cuentan entre sus principales exponentes. También
destacaron Pierre Bayle, Denis Diderot, Georges Louis Leclerc y Pierre de
Marivaux. En el Reino Unido tuvo una gran cantidad de adeptos la novela de
aventuras, destacando Daniel Defoe, Jonathan Swift, Samuel Richardson y Henry
Fielding, junto a los poetas John Dryden y Alexander Pope. La obra de todos
estos escritores extranjeros ejerció gran influencia en la literatura española
del siglo XVIII.
3. La Ilustración en España.
Características generales de la literatura española del siglo XVIII
Durante mucho tiempo la literatura
española del siglo XVIII no fue atendida por la crítica y todavía hoy es uno de
los periodos menos estudiado y leído de la historia de la literatura española.
Se veía como una fase oscura entre la decadencia del Barroco y la aparición del
Romanticismo en el segundo cuarto del siglo XIX.
En España el máximo esplendor de la
Ilustración lo represento el reinado de Carlos III, cuando el mundo
intelectual participó en el diseño de las reformas políticas, gracias a la
acción de ministros como Campomanes o Jovellanos. La divulgación de
las ideas ilustradas fue posible gracias a la aparición de: las Sociedades
Económicas de Amigos del País, similares a los salones nobiliarios o a las
sociedades de sabios franceses; la Biblioteca Nacional, que fue
creada por Felipe V en 1712; la Real Academia Española, cuyo
objetivo era fijar las voces y vocablos de la lengua, y que fue creada en 1713;
la Real Academia de Historia, que surgió en 1735 con el objetivo de estudiar
los antiguos documentos y conservarlos.
Una característica de la literatura
española dieciochesca reside en su mirada hacia las estéticas extranjeras
procedentes de diversos países europeos. Además de los clásicos grecolatinos,
la que se señala como más notable es la influencia francesa, hasta el punto de
que algunos denominan a la época como el siglo afrancesado. Esta
influencia se debe a que en España se instauró la dinastía Borbón, lo que ayudó
a la importación de costumbres y modas más allá de los Pirineos. Con el nombre
de afrancesados se conoce a un grupo de intelectuales que intentan modernizar
el país, aplicando ideales de libertad, igualdad y fraternidad, progreso
económico e innovación científica. Entre sus figuras más importantes hay que
destacar al pintor Francisco de Goya, el dramaturgo Leandro Fernández de
Moratín y el poeta Juan Meléndez Valdés.
No obstante, tampoco debe olvidarse
la deuda con la literatura inglesa, con autores como Pope o Young. También
resulta relevante el influjo italiano. Así por ejemplo, la Poética de
Luzán cita a más autoridades italianas que francesas.
La literatura dieciochesca persigue
un afán pedagógico, didáctico. Obviamente no faltan obras de ficción, pero las
que más abundan son las que responden a principios racionales y pragmáticos
propios de la centuria. Por ello, los intelectuales españoles ponen su pluma al
servicio de la sociedad, mediante la difusión de los avances técnicos, las
investigaciones científicas y las doctrinas filosóficas. De este modo hay que
entender el desarrollo que alcanzan las fábulas, la sátira o la prosa de ideas.
En suma, esta literatura parte del tópico de deleitar a la vez que enseñar.
En la literatura del siglo XVIII
encontramos obras que difunden doctrinas filosóficas, experimentos físicos,
tratados de solfeo, etc. Esto significa que el canon literario del siglo XVIII
es diferente al de otras épocas y que se expande en cierto modo, hasta
el punto de que un texto como el Informe sobre la ley
agraria de Jovellanos cobra valor literario y da buen testimonio de
cómo el sistema de géneros literarios también se altera.
Asimismo, el racionalismo conlleva un
tipo de literatura analítica y crítica en asuntos intocables, hasta
el momento, como la iglesia, las órdenes religiosas, la nobleza, la división de
las clases sociales, etc. La monarquía fue, sin embargo, respetada en España,
al contrario que en otros países europeos.
El Neoclasicismo.
En el siglo XVIII nos encontramos con
tres tendencias literarias:
· El gusto por la estética
barroca continuará, especialmente en el teatro, hasta mediados de
siglo.
· El Neoclasicismo triunfará
en la segunda parte de la centuria y continuará hasta bien entrado el siglo XIX.
En el plano intelectual y cultural la
ilustración recuperó los valores del humanismo, que se habían visto relegados
por la espiritualidad barroca de la Contrarreforma. Por ello, igual que el
Renacimiento buscó inspiración en la Antigüedad clásica, el arte del siglo
XVIII profundizó en idénticos presupuestos estéticos. De ahí que el movimiento artístico
de la época de la Ilustración se conozca con el nombre de Neoclasicismo. Razón:
El arte neoclásico es un reflejo de la búsqueda de la razón propia de la
Ilustración. Como tal asumirá la pureza y la armonía propias del arte griego.
El arte estará sometido a unas reglas heredadas de la antigüedad grecolatina y
de la estética renacentista.
o Utilitarismo: igual que los pensadores de la
Ilustración reivindican la utilidad como máxima expresión de la belleza, el
neoclasicismo propone formas artísticas supeditadas al bienestar material y
espiritual de la sociedad, de ahí el gran desarrollo del urbanismo y la
arquitectura en esta época.
o Pureza formal: Frente al recargamiento barroco,
los artistas neoclásicos plantean obras libres de toda artificiosidad,
considerada inmoral.
o Intención moralizante: Como la Ilustración se esforzó en
divulgar una nueva moralidad, el Neoclasicismo presenta un propósito
moralizante basado en la enseñanza de estos nuevos valores morales y
científicos. El propósito del arte neoclásico es mejorar la sociedad de acuerdo
con los postulados de la Ilustración.
o Modelos universales: las manifestaciones artísticas y
los temas literarios tienen un carácter homogéneo.
En la última década del siglo XVIII
aparece una serie de obras en las que priman los sentimientos. Esta época se
denomina prerromanticismo.
5. Los géneros literarios.
Tras el apogeo de los Siglos de Oro,
en el siglo XVIII y buena parte del XIX, la literatura española sufrió un
notable decaimiento; ya hemos mencionado que ha sido vista, durante mucho
tiempo, como una época oscura en la historia de la literatura castellana.
En el ámbito de las letras surge la
figura del preceptista literario, que vuelve sus ojos a la
Antigüedad para extraer un conjunto de normas a las que deben ajustarse los
escritores: son las Artes Poéticas,
inspiradas en obras de autores clásicos. En España tuvo gran influencia la Poética de
Ignacio de Luzán (1737); en ella tras una dura crítica a la exageración
barroca, se fijan los principios básicos de la literatura neoclásica:
verosimilitud, sometimiento a la razón, finalidad didáctica, separación de
géneros literarios y, en el teatro, respeto a las unidades de tiempo, acción y
lugar, así como la obligatoriedad de separar lo cómico y lo trágico.
6. La prosa del XVIII
· La prosa didáctica
El interés de los ilustrados por
exponer sus ideas convierte a la prosa didáctica en la manifestación literaria
más cultivada del siglo XVIII. De este modo, la literatura pasa a tener una
función social que consiste en educar y exponer ideas. Es la prosa ensayística
la que cumple la principal labor didáctica. La novela desaparece casi por
completo en este siglo. Intelectuales, preceptistas y retóricos menosprecian la
literatura de ficción a causa de su escasa utilidad y falta de verosimilitud.
El racionalismo empirista propio
de la filosofía ilustrada lleva a una revisión de todas las ideas heredadas,
que mostrara a través de las distintas modalidades de la prosa. Eso afecta a
todas las materias, pero hay una predilección por las ciencias naturales, temas
agrícolas, tratados de física, de botánica… El resultado de los temas tratados
por los ensayistas es el de una ética civil. El ensayo del siglo
XVIII se ocupa de temas seculares, que pueden aportar bienestar y felicidad a
la sociedad española y a toda la humanidad, por extensión.
Esta prosa ilustrada y esos ensayos
se constituyen como instrumento y vehículo del proyecto racionalista y
modernizador del siglo XVIII. Todo ese saber erudito, en otro tiempo en latín y
por tanto minoritario, se plasma en español para un público mayoritario. Este
fenómeno histórico condiciona la escritura y el lenguaje, haciéndolo más ágil y
familiar. Es el llamado ensayismo del siglo XVIII, caracterizado en
líneas generales por la agilidad formal, la vocación divulgativa, la variedad
temática y el diálogo con los lectores.
Un género que se pone muy de moda en
el siglo XVIII es el de la literatura de viajes. Con el deseo
de recuperar las huellas del pasado se puso en marcha expediciones para conocer
las obras antiguas en sus lugares de origen. Pero también podía tratarse de
viajes a Europa o América. Estos libros de viajes revelan la
cosmovisión ilustrada, su sentido práctico, su concepción de utilidad, su
capacidad de observación…, y surgen tanto de su deseo de formación y educación personal
como de un propósito instrumento de reforma nacional. De hecho, unas veces
nacen de un viaje privado y voluntario y otras por un encargo oficial. También
varían los formatos narrativos en que se presentan (diarios, cartas, relatos) y
la tipología de los mismos (viajes científicos y de exploración, viajes
artísticos e histórico-arqueológicos, viajes económicos…).
Dentro de esta prosa de ideas
destacan estos formatos:
· El prólogo: puede ser del
mismo autor de la obra que presenta o de otro distinto. A pesar de que su
función principal es presentar dicha obra, también reflexiona sobre el sentido
general de la obra; sitúa la obra y su autor en su contexto; informa
de polémicas contemporáneas; desvela datos biográficos del autor, las fuentes…
· La censura: en el siglo XVIII la denominada censura previa es
interesante desde el punto de vista literario. Es la llamada censura civil o
aprobación oficial. El monarca imponía la lectura previa, que era delegada en
especialistas como Jovellanos, Capmany o Vargas Ponce, que eran los eruditos y
escritores del momento. No era una censura como la entendemos hoy en día, sino
que se trataba de un escrito de carácter crítico, una aprobación del texto que
incidía en la importancia del escrito para la sociedad e intentaba demostrar la
calidad del autor.
· El diálogo: aunque no tiene la importancia de
otras épocas, los diálogos del siglo XVIII se caracterizan por el
perspectivismo, que intenta ofrecer al lector una visión plural de la realidad.
Los diálogos dieciochescos exponen las distintas posturas ante un tema polémico.
· El discurso: abandona el retoricismo, las
formulas se hacen más naturales y espontaneas, menos artificiales, incluso se
añade humor.
· La carta: es un género que se desarrolla
espectacularmente en el siglo XVIII. Había cartas familiares, eruditas,
políticas y dirigidas a periódicos. En muchas ocasiones se trata de un
artificio literario para dar salida a una intención ensayística. En otras
ocasiones, al pertenecer a la esfera de lo privado, tienen mayor cabida las
experiencias personales o la biografía. De entre todos los autores de
literatura epistolar hay que destacar al gaditano José Cadalso, autor de las Cartas marruecas.
· El informe, la memoria, el memorial: son modelos de escritos
administrativos de carácter expositivo dirigidos en general a un superior. Los
ilustrados aprovecharon los informes para dar forma escrita a sus ideas.
Principales representantes de la
prosa didáctica
o Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764)
Hijo de unos hidalgos gallegos,
ingresó a los catorce años en la orden de los benedictinos. En la universidad
de Oviedo ocupó las cátedras de Teología y Sagradas Escrituras. En esa misma
ciudad vivió hasta su muerte, lo cual no impidió que tuviera una intensa
relación con el mundo exterior.
Feijoo comenzó a escribir su obra
ilustrada a los cincuenta años. Con ella quiso conseguir dos objetivos: Deshacer
los errores populares basados en la tradición o en la rutina; combatir una
idea de la ciencia, la de las universidades de la época, que daba por válidas
las afirmaciones científicas de la Biblia, Aristóteles o Santo Tomás, sin
someterlas a crítica y experimentación racional.
La importancia de Feijoo radica
fundamentalmente en la divulgación de las novedades científicas y del
pensamiento europeo. Más que sus ideas, nada originales, la importancia de este
autor radica en su estilo, que le llevó a buscar un lenguaje cercano al lector,
alejado del barroquismo, marcado por la exactitud, la naturalidad y la
claridad, que establecería la pauta de la prosa didáctica del siglo XVIII.
Sus obras más conocidas son: Teatro Crítico
Universal y Cartas eruditas y
curiosas.
o José de Cadalso (1741-1782)
Hijo de un rico comerciante de Cádiz,
fue alumno de los jesuitas y completó su formación viajando por Europa, lo que
le permitió conocer directamente la literatura francesa e inglesa de su época. Siguió
la carrera militar y alcanzó el grado de coronel poco antes de su muerte,
ocurrida en el sitio de Gibraltar.
Como autor literario, Cadalso es hoy
conocido fundamentalmente por sus Cartas marruecas, obra de
inspiración neoclásica, ya que en ella predominan caracteres como la crítica
desde posturas racionales, la utilidad, la defensa de las reformas sociales, etc.
Son una respuesta a la Cartas Persas del
francés Montesquieu en las que se caricaturizaba España.
Pero aparte
de las Cartas, Cadalso cultivó otros géneros:
Ø Poesía, tanto de estilo neoclásico
como prerromántico. Integrado en la escuela salmantina, bajo el seudónimo de
Dalmiro publicó Ocios de mi juventud.
Ø Teatro, donde se adentra por todos
los tipos de obras de su época: tragedias, comedias y comedias lacrimosas.
Ø Un diálogo de inspiración
prerromántica: las Noches lúgubres. Elegía dramática en prosa
sobre el final de sus amores con una actriz. Prerromanticismo.
Ø Escritos satíricos variados, como
los Eruditos a la violeta.
o Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811)
Puede considerarse el máximo
representante de la Ilustración española, tanto por su obra literaria como por
las importantes responsabilidades políticas desempeñadas, que culminaron en el
cargo de ministro de Justicia bajo el reinado de Carlos IV.
Nació en Gijón, en una familia noble,
pero de escasos medios económicos. Durante el reinado de Carlos III desarrolló
una intensa vida social e intelectual.
La
vida de Jovellanos refleja las contradicciones en que se debatía la Ilustración
española. Su honradez personal y sus ideas reformistas chocaron constantemente
con la incomprensión de los sectores más tradicionalistas de la sociedad
española.
Su obra
literaria puede clasificarse en varios grupos:
Ø Ensayos, dedicados todos ellos a la reforma
de diversos aspectos de la sociedad. El grueso de la obra en prosa de
Jovellanos consta de informes, memorias, proyectos y discursos encaminados a
mejorar distintos aspectos de la realidad española. En este sentido, sus textos
pertenecen más a la historia de las ideas políticas; sin embargo, la clásica
perfección de su estilo justifica de sobra la inclusión en los estudios
literarios.
Entre sus obras destacan: Informe de la Ley
Agraria, Elogio
de las bellas artes, Elogio de Carlos III,
etc. En estas obras Jovellanos trata con amenidad, sencillez y léxico variado
los temas más áridos, al tiempo que muestra esa nobleza de intenciones que le
convierte en el prototipo de los ilustrados.
Ø Teatro, donde cultivó desde la tragedia
hasta la comedia lacrimógena, típica del Prerromanticismo.
Ø Poesía, que en la mayoría de los casos está
al servicio de sus ideales ilustrados.
· Cuadros de costumbres
Dentro de la prosa del siglo XVIII
destacan las narraciones breves que retratan escenas costumbristas, los
llamados cuadros costumbristas. En su consolidación desempeñó un papel
fundamental el nacimiento del periodismo.
Los cuadros costumbristas eran
narraciones breves en las que el protagonista es un personaje de escasa
profundidad psicológica que representa una costumbre o un modo de pensar
castizo. El resto de personajes, el tiempo y el espacio pierden dinamismo e
importancia.
Hasta mediados del siglo XVIII la literatura
costumbrista continuó modelos de la literatura anterior, aunque poco a poco fue
ganando terreno el carácter reformista y didáctico.
· Periodismo
La prensa periódica del siglo XVIII
no fue solo un medio de información de actualidad, sino también una vía de
divulgación cultural e ideológica. Un vehículo determinante en la
discusión de ideas y en la exposición intelectual residió en la prensa,
lugar propicio para trasmitir a la sociedad el ideario ilustrado. Su aparición
supuso una vía de difusión literaria alternativa a la que ofrecía el libro, el
manuscrito, o las lecturas privadas, y, en consecuencia, significó una nueva
concepción de la literatura y de las relaciones entre autor y lector. Al lado
de la prensa culta, concebida para la educación literaria y social
de la burguesía, destaca en la época el extraordinario éxito de la prensa
popular, constituida por Almanaques y
Pronósticos, leídos con entusiasmo por todas las clases
sociales, pese a las censuras de los ilustrados. El gran maestro del género fue
Diego Torres Villarroel, que firmaba con el seudónimo de “El Piscator de
Salamanca”.
Aunque habían aparecido
esporádicamente en siglos anteriores, es durante el XVIII cuando se produce un
desarrollo pleno del periodismo. La rápida divulgación de la prensa escrita
(gracias a una lectura cómoda y barata) tuvo dos consecuencias:
· La toma de conciencia de la
importancia de una información sistemática.
· El reconocimiento por parte de los
gobiernos de la capacidad de influencia del periodismo en la opinión pública.
Además de las antiguas relaciones de
sucesos, e incluso de los romances noticieros, los antecedentes más directos
del periodismo son:
o Almanaques y pronósticos,
anteriormente mencionados, que eran publicaciones populares, que siguiendo el
orden cronológico del calendario, contenían curiosidades como noticias
meteorológicas, efemérides, consejos agrícolas…
o Mercurios y Gacetas. Eran
publicaciones semanales de modelo francés que incluían información comercial y
que surgieron en el siglo XVII.
Los periódicos fueron fundados por
personajes y grupos ilustrados, que con ellos pretendían difundir sus ideales
de educación y progreso social. El afán divulgador de la prensa exigía el
empleo en sus escritos de una prosa clara y cuidada que facilitase la
comprensión de los lectores, pues con frecuencia la prensa era leída en voz
alta.
Los periódicos permitieron el
contacto con la cultura europea del momento, ya que dieron a conocer en España
un amplio número de creaciones literarias a través de reseñas y traducciones de
obras clásicas y extranjeras.
En la literatura, la prensa impulsó
la evolución de la crítica literaria a través de las polémicas intelectuales.
Además permitió la consolidación de nuevos géneros prosísticos como el ensayo o
los cuadros de costumbres. La divulgación de novelas por entregas hizo que se
incrementara el número de lectores e influyó de forma determinante en la
estructura de las narraciones.
· La novela
La novela del siglo XVIII comienza
imitando modelos narrativos anteriores, aunque a partir del último tercio del
siglo se aprecia una tendencia renovadora. El fenómeno que condicionó la
evolución de la narrativa dieciochesca fue la difusión de novelas extranjeras a
través de traducciones, principalmente francesas, y hacia finales de siglo, de
obras inglesas de autores como Daniel Defoe o Jonathan Swift.
La intención renovadora de la
narrativa del siglo XVIII se aprecia especialmente en las obras de José
Francisco de Isla, Diego Torres de Villaroel y José Cadalso.
7. La poesía del siglo XVIII
A lo largo del siglo XVIII van
surgiendo distintas tendencias poéticas que no deben entenderse como conjuntos cerrados.
De hecho, en la obra de un mismo poeta se observa más de una variedad lírica.
Estas diversas tendencias pueden observarse, por ejemplo, en el
poeta extremeño Juan Meléndez Valdés, quien pasara por diferentes etapas según
sus influencias literarias.
A principios del siglo XVIII la
poesía aún tenía una deuda enorme con los grandes maestros de los Siglos de
Oro. La referencia de Góngora y Quevedo era indispensable en los poetas
dieciochescos, más posbarrocos que neoclásicos. De la mano de la Poética de
Ignacio Luzán, la lírica barroca se abandona para fijarse en la estética
clásica y renacentista. Al final de siglo la lírica castellana presentaba
elementos propios de la sensibilidad romántica.
La lírica propia del siglo XVIII se
desarrolla en torno a las escuelas y tendencias siguientes:
· La poesía barroca
Como hemos mencionado, la lírica
barroca se adentra en el siglo XVIII, continuando los temas de Quevedo y
Góngora, con menor abundancia de recursos y estilo menos complejo. Los poetas
más destacados de esta tendencia son Diego Torres de Villarroel, Gerardo Lobo y
José Antonio Porcel.
· La poesía rococó o anacreóntica
Supone una depuración de la estética
barroca y se caracteriza por su carácter cortesano, su sencillez expresiva, su
sensualismo y el tono festivo de sus temas.
El subgénero poético más usual dentro
de esta corriente lo conforman las anacreónticas, poemas de verso corto y
estrofa breve (letrillas, silvas, romances), en los que son frecuentes los
epítetos y las exclamaciones. Los asuntos predominantes son el amor, la danza o
el vino en el escenario de una naturaleza dulce y sensual. Entre los creadores
de anacreónticas destacan José Cadalso y Juan Meléndez Valdés.
· Poesía neoclásica
Puede hablarse de una clara intención
de superar el Barroco en la órbita de un grupo de escritores de la tertulia
literaria denominada Academia del Buen
Gusto, entre los que se encuentran: Antonio Nasarre, Agustín Montiano y
Luyando, Ignacio de Luzán, etc. En una medida o en otra, todos intentan llevar
a la práctica la Poética (1737)
de Luzán, especialmente en lo que proponía sobre el retorno a los modelos clásicos
antiguos y renacentistas.
Esta tendencia se caracteriza por la
acentuación del carácter clásico y por abordar asuntos de mayor profundidad
buscando la armonía, la serenidad y la sobriedad del estilo.
Los escritores de esta corriente,
cuyos modelos son los escritores grecolatinos y los poetas españoles del siglo
XVI, cultivan la poesía amorosa (especialmente sonetos, con influencias de
Petrarca y Garcilaso de la Vega), bucólica, épica y mitológica.
Dentro de esta lírica neoclásica
surgieron dos escuelas:
Ø La escuela salmantina: surgida en torno a la Universidad
de Salamanca. Sus representantes principales son: José cadalso, Gaspar Melchor
de Jovellanos y Juan Meléndez Valdés.
Ø La escuela sevillana: que a final de siglo quisieron
recuperar la herencia del poeta renacentista Juan de Herrera. De esta escuela
eran los sacerdotes liberales Alberto Lista y José Marchena.
· Poesía ilustrada o didáctica
Pretende erradicar los malos hábitos
y la ignorancia, en la línea de las ideas de la época. Sus manifestaciones más
populares son las fábulas de Félix María Samaniego (1745-1801) y
Tomás de Iriarte (1750-1791).
Debido a su intención moralizadora
más que artística, y al carácter preferentemente narrativo de sus
composiciones, estos textos se sitúan a medio camino entre la poesía neoclásica
y la literatura didáctica. De hecho, las famosas Fábulas en verso
castellano (1781-1784) de Samaniego fueron escritas con un fin
educativo, destinadas a los alumnos del Real Seminario Vascongado. Fue su tío,
el conde de Peñaflorida, quien le pidió que realizara una versión de las
antiguas fábulas de Esopo, Fedro y Lafontaine. La cigarra y
la hormiga, La lechera, La gallina de los
huevos de oro y muchas otras son obras muy conocidas todavía.
Iriarte, por su parte, destacó por
ser un gran fabulista y por el resto de su obra poética. Su obra más importante
es La música,
que es un poema didáctico acerca de las virtudes de la música donde trata de
enseñar la técnica del arte musical.
· Poesía finisecular
En los últimos años del siglo XVIII,
el fracaso de las ideas ilustradas, la consolidación de la sensibilidad
individual como tema y la influencia del Romanticismo europeo genera una poesía
denominada prerromántica.
Se trata de poemas en tono melancólico
en los que el yo poético padece dolor por la soledad y la incomprensión del
mundo. Un vacio metafísico que, como puede observarse en algunas composiciones
de Meléndez Valdés o Nicasio Álvarez Cienfuegos, se aproxima mucho al dolor
romántico.
8. El teatro en el Siglo de las Luces
Como sucedía con la poesía, durante
toda la primera mitad del siglo las formas teatrales que predominan son
herederas del Barroco, tanto en temas como en formas.
En la primera mitad del siglo, las
representaciones eran similares a las de la centuria anterior, y las obras más
vistas eran las comedias de diversos tipos: comedias de magia (obras
espectaculares con apariciones y desapariciones, trucos…); comedias
heroico-militares (evocando glorias nacionales); comedias de santos; y
comedias de figurón (procedentes de las de capa y espada).
En la segunda mitad del
siglo aparecerá lo que denominamos teatro neoclásico. Los
caracteres que lo definen son los que siguen a continuación:
· Intención didáctica. Para los ilustrados el teatro
constituía el mejor medio de propaganda de sus ideas de reforma de la sociedad.
· Sometimiento a las reglas. Algunas de las reglas que se
aplicaron en la época son:
Ø El argumento representado debe
respetar la verosimilitud.
Ø Guardar el decoro: los personajes
deben comportarse, hablar y actuar de acuerdo con su sexo y condición social.
Ø Respetar las unidades de lugar,
tiempo y acción.
Ø No mezclar tragedia y comedia.
Ø No presentar escenas violentas, sino
narrarlas en escena cuando sea el caso.
Ø No situar más de tres personajes en
escena a la vez, y no dejarla nunca vacía.
Ø Eliminar el personaje del gracioso.
Ø Utilizar un lenguaje claro.
Entre los autores más destacados
encontramos al dramaturgo madrileño Leandro Fernández de Moratín (1760-1828),
autor, entre otras, de El sí de las niñas. Moratín
integró en sus piezas la sátira de vicios y errores comunes en la sociedad con
un desenlace de corte sentimental en el que triunfaban la verdad y la virtud.
Para el autor, la finalidad didáctica propia de la Ilustración determinaba la
elección del asunto tratado y la disposición estructural de la obra.
El tema fundamental de las piezas de
Moratín fue la inautenticidad como forma de vida, expresada en tres asuntos:
los matrimonios concertados por interés (El barón, El sí de las niñas,
El viejo y la niña), la educación de las jóvenes (La mojigata) y el
teatro de la época (La
comedia nueva o El café).
ü El sí de las niñas
Es una de las obras que mejor
reflejan los rasgos ilustrados debido a su carácter didáctico, la crítica a las
costumbres de la época y el respeto a la regla de las tres unidades.
En ella se integran con naturalidad
la inteligencia y el sentimiento, que rigen los principios del decoro poético y
la verosimilitud, por lo que se convierte en un modelo para el teatro
posterior.
En 1806 se estrenó esta obra que fue
un rotundo éxito y que generó mucha polémica por su dura crítica a una
costumbre muy arraigada en la época, los matrimonios concertados.
El argumento se centra en el
matrimonio concertado entre la joven doña Francisca y el viejo don Diego.
Cuando don Diego descubre que su sobrino, don Carlos, y doña Francisca se aman,
renuncia al matrimonio. De esta forma, se resuelve el conflicto y triunfa la
verdad.
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